3 de enero de 2015

Minirelato

Te la chupé una vez más como sé que te gusta, con el calor y la humedad de mi lengua, con la presión de mis manos, acariciando y presionando tus testículos. Y sí, te corriste en mi boca, dejaste tu placer en mi boca. Y sonreíste cuando me lo tragué.


Empezaste a lamerme el sexo, a estimularme el clítoris con tu lengua y empecé a gemir. Me gustaba, eres muy bueno con el sexo oral, no entraré en detalles, que tú sabes perfectamente lo que me estabas haciendo. De pronto se abrió la puerta de la habitación y allí estaba ella, totalmente desnuda. Yo estaba muy caliente y no quería que pararas cuando estaba a punto de correrme. Y seguí gimiendo mientras tú seguías jugando con tu boca y mi sexo. Ella se acercó, te apartó y acabó tu trabajo con sus labios carnosos y su lengua húmeda y juguetona. Ella conocía su cuerpo, sabía lo que le gustaba, por tanto tenía el don de saber lo que me podría ofrecer para llenarme de placer. A ti te daba morbo la escena y te debatías entre mirar y participar. Y la acariciaste, te pusiste detrás de ella. Vi que besabas o mordías su nuca y finalmente acababas masturbándola con tus manos.

Ella se separó y cogió su juguete favorito: el FETISH FANTASY ELITE 18 CM PENETRIX DILDO BLACK, que se colocó en un arnés. Se introdujo una parte del dildo en su vagina, y la otra parte me la metió cuando se colocó encima de mi. Empezó a moverse hasta hacer que me corriera. Ella disfrutaba también con la parte del dildo que le tocó, estimulando su vagina y su clítoris a la vez. 

Mientras tú te acercaste a su culo... pero eso ya es otra historia.





Este minirelato fue presentado al concurso organizado por Que Gusto quedando en segundo lugar.

9 de marzo de 2014

Sola



Hoy hace un día de puta madre. Me apetece desconectar. Cuando acabe el curro llamaré a Sonia para que nos vayamos a tomar algo por ahí, aprovechando que Carlos no está. Así no me monta el numerito de siempre. Tengo ganas de bailar, dar vueltas como una loca, saltar, tomarme una cerveza... Ni el capullo de mi jefe impedirá que disfrute del día.

- ¿Sonia?
- Dime, nena.
- Carlos está de viaje. ¿Salimos a tomar algo por la noche?
- Ok. A las 11 voy a recogerte y ya veremos qué hacemos.
- Muy bien,  fins després.


Después de hablar con ella, las horas que me faltaban del curro se pasaron más lentas de lo normal. Llegué a casa, cené y luego me duché. Cuando salía de la ducha sonó mi móvil. Era Sonia. Vaya. Me dice que no sale, que está con un tío. Pensé que se lo estaba tirando, pero no. No está con ella. Chatean. Comenta que está muy cachonda y que no puede cortar la conversación así como así. Joder. Esta noche me cambia por un polvo virtual. Da igual. Otra vez será.

Nadie me va a joder la noche. Continúo con lo que estaba haciendo. Cogí el aceite corporal, y empecé a extender una capa sobre mis piernas, desde los tobillos hacia las caderas. Luego mi cintura, mi barriga, mis senos... Me gusta darme un masaje en las tetas, cogí esa costumbre cuando me empezaron a salir, ya que decían que si no se masajeaban no crecían y tonterías así por el estilo. La verdad es que ahora lo hago porque me excita. Me relaja. Continué extendiéndome el aceite por los brazos y la espalda. 




Mis planes habían cambiado en un momento. Podría salir por la noche pero no me apetecía bailar sola. No quería que se me acercara ningún pesado. Abrí el cajón y allí estaba el lubricante. Sólo la idea de masturbarme me estaba poniendo cachonda. Sentía la humedad de mi vagina. Cogí el lubricante para experimentar con una sensación algo diferente a la de mis propios flujos. Desnuda fui a la salita y encendí una tenue luz. Puse música a con poco volumen, no quería que me desconcentrara. Me tumbé en el sofá y me puse un poco de lubricante en mis dedos y lo extendí entre las yemas. 

Inspiré profundamente y llevé mis dedos a mi buscando la zona más palpitante de mi sexo. Rodeé mi clítoris una y otra vez. Suavemente, sin apretar demasiado. Extendía el lubricante y se mezclaba con mis flujos cada vez que bajaba hasta mi vagina. ¿Sabes? Pienso que estoy contigo, que mis dedos son tus dedos. Entonces ligeramente penetran dentro de mi y salen para buscar otra vez el palpitar de mi clítoris. Lo rodean otra vez y lo aprietan un poco. Ahora necesito más presión, más rapidez, más... de ti. Un poco más fuerte, un poco más rápido. 

Si estuvieras aquí, notarías que mi respiración es más rápida, y me escucharías gemir, quedarme sin aire por momentos. Estoy imaginándote sentado a pocos metros de mi mirando cómo disfruto, como si yo fuera parte de aquella película porno que vimos juntos la otra vez. Cada vez más excitada. A punto de correrme, de gritar, de estallar. Mis dedos ¿o tus dedos? siguen frotándome, siguen apretando, me hacen gozar, gemir, disfrutar... Me ahogo...¡Me corro!¡Joder!

Finalmente no ha estado tan mal el cambio de planes. Te toca. ¿Vienes a mis sueños? 


1 de diciembre de 2010

Pesadilla


Iba de camino a casa cuando se cruzó por el camino a un viejo amigo suyo, al que hacía años que no veía. Él  se alegró mucho por verla.  Pasó lo de siempre, que cada uno tira para un lado diferente: la vida es así. Tenían tiempo de sobra para hablar, así que decidieron ir a tomar unas cervezas y así charlar tranquilamente. Estuvieron hablando de cómo les iba la vida, los problemillas del trabajo, lo bien que lo pasaban cuando salían juntos con el grupo de amigos, de qué sabían de cada uno de los demás: que si uno se había casado, que si el otro tenía hijos, que a tal chica la echaron del trabajo, que si otros se habían separado, que si había salido del armario por fin quien ya sabían... Fue una tarde muy amena.

Él comentó que tenía todavía fotos de las fiestas que se montaban,  la del Travol fue bestial: el día que se quedó solo en su casa, porque sus padres se habían ido, fue una orgía de alcohol, porros, y posiblemente algo más fuerte. ¡Las risas que se echaron! A ella le apetecía ver esas fotos, para recordar esos momentos, y decidieron ir a casa de él. 'Total, nadie me espera hoy en casa', pensó. Y se encaminaron hacia el apartamento de él. Su nombre para ella era una incógnita, pero no quería preguntar para no ponerse en evidencia.

El apartamento era frío y pequeño, pero tenía todo lo necesario para vivir, pero evitando detalles que adornasen la casa, como alguna figura, o algo que le diera calor. Una pared estaba adornada con una tabla periódica, otra con un póster de algún vídeojuego  mítico de la época, es como si no hubiera vivido aquí ni una mujer en mucho tiempo. ¿Vives solo? No, tengo este apartamento alquilado con un colega que en ese momento no está. Él entró en su habitación para buscar las fotos, mientras ella esperaba en el comedor, sentada en el sofá, y tomando una cerveza que él le acababa de traer.

Estuvieron viendo las fotos, y recordando cada momento. En ese momento, se escuchó una llave en la cerradura y se abrió la puerta. Entró el compañero de piso, un tipo alto y delgado. No era demasiado guapo, pero tenía algo en su mirada de picarón que a ella le hizo gracia. Saludó a su compañero de piso, Arnau (ahora ella conocía por fin su nombre).  Se presentó como Edu y se sentó al lado de ella, que ahora quedó entre los dos chicos. Conversaron, rieron, tomaron cubatas, ... Todo esto está lleno de agujeros de memoria. Ella no recuerda una secuencia lógica de acontecimientos, sino trozos sueltos y quizás desordenados.

Edu la empezó a desnudar, y ella se dejaba hacer. Le quitaba la camiseta, dejando entrever sus pechos. Hoy no se había puesto sujetador, ya que consideraba que sus pechos necesitaban de vez en cuando un poco de libertad de movimiento. Sus pezones se endurecieron ante una caricia. Arnau estaba detrás de ella, y le besaba el cuello, y después fue recorriendo su espalda a base de húmedos lametones. Desde atrás, la rodeó con sus brazos, y le desabrochó el cinturón. Luego recorrió con sus dedos el borde del pantalón, toda la cintura.

El otro chico, Edu, desabotonó el pantalón, y lo bajó. La descalzó y acabó de sacarle los pantalones. Edu empezó a besarle los pechos, y siguió besando su cuerpo, descendiendo por la linea media que llegaría al ombligo. 'No, esto no está bien', pensaba ella, 'me voy a casa'. Alguien le dijo 'de aquí no te vas, nena'. Y le cogió las muñecas por detrás de su espalda y se las ató con su propio cinturón. Ella intentaba huir. Pero estaba confusa. Tenía cierta curiosidad de saber cómo acabaría la escena si continuara así el transcurso. Su cabeza le decía 'vete', pero su cuerpo le pedía acabar con el calentón de hacérselo con dos a la vez. Dejaba de pelear por momentos. No tenía suficientes fuerzas. Arnau la sujetaba por detrás, mientras le apretujaba uno de sus pechos. Edu le bajaba las bragas. Sucedería lo inevitable: una violación, un polvo salvaje, todo dependería de la resistencia que ella pusiera. Miedo. Tenía mucho miedo. Ante la evidencia de lo que acontecería después emitió un grito desgarrador.

Ella se despertó sobresaltada, con sudores fríos, y palpitaciones. No entendía lo que acababa de soñar, ni la razón por la cual aparecieron esa secuencia de imágenes que la aterraron. Lamentó estar sola en ese momento, le habría gustado abrazar a su pareja para sentirse segura. De vez en cuando es bueno tener una pesadilla para demostrarnos a nosotros mismos que seguimos vivos. Ese sueño no se lo quitaría de la cabeza en mucho tiempo. 

4 de agosto de 2010

7. El cumpleaños (y II)


 ¿Para qué dar rodeos? Carlos, ahora mismo sólo quiero sexo de ti. Lo sabes. Por eso me has tumbado en la cama, boca arriba. Colocado encima de mi, me lames los labios. Me das un lengüetazo en los pezones. Bajas directamente al ombligo y me lo mordisqueas ligeramente. Y sigues bajando hasta encontrar mi sexo. Siento tu respiración. Poco a poco empiezo a notar el calor de tu lengua sobre todos los recovecos que hay en mi vagina. Exploras cada rincón, cada saliente. Me acaricias suavemente con tu lengua,  mientras cambias la velocidad y la dureza. Empiezas despacio, aceleras, frenas... Desciendes hacia la entrada de mi vagina, y me introduces la punta de la lengua, que está dura y saboreas mi esencia. Sigues lamiendo mis labios vaginales, y subes hacia mi clítoris. Me gusta mucho cómo lo haces. Jugueteas con tu lengua, lo aprisionas con tus labios, lo retuerces... y me estremezco de placer.

Mmm ¡qué sorpresa! Uno de tus dedos se ha metido en mi vagina. ¿Uno? No. Son dos. Entran y salen mientras buscan las paredes de mi vagina. No te voy a explicar lo que me gusta. Lo sabes de sobra. Mis sensaciones se multiplican cuando atacas por varios frentes. Mis caderas se mueven al son que marcan tus dedos. Me estremezco. Gimo. Grito: ¡CARLOS NO PARES! Sigues jugando con mi cuerpo, mientras yo me entrego a ti cada vez más. Me estremezco para lograr al final el orgasmo esperado. Y continúas con tus movimiento rítmico, que se convierte en un movimiento armónico cuando se suma el movimiento de uno de tus dedos rozando la entrada de mi ano. Esto es cojonudo. Me retuerzo. Me estremezco. Convulsiono. Disfruto.

Me toca a mi devolverte el favor. Pellizco tus labios con los míos. Te lamo, los mordisqueo lentamente, desde la comisura hasta el centro. Mi lengua juguetea también contigo. ¿Qué coño es eso? ¡Mierda, suena tu móvil! Te levantas a buscarlo.

- Sí, dime Marc.... Sí, claro. Salgo ahora mismo. Ya te contaré. Adéu.

Lo que me temía. Este tío parece que espera a que follemos para llamar. Anda que no me jode esto.

- Clara, tengo que coger un avión dentro de un rato para ir a Dublín a ver a unos clientes. Volveré en 3 ó 4 días. Ya continuaremos lo nuestro. ¡Feliz cumpleaños, Clarita!

Y mientras se va, todavía siento por mi cuerpo el cosquilleo del orgasmo que acababa de tener.


21 de julio de 2010

El día del porno (I)



No hace muchos días que me transladé a este piso. De momento, somos tres las que estamos. Ellas quieren meter a un chico, me parece bien, siempre que no sea un gilipollas. En fin, nuevo piso, nueva convivencia. Espero que no se parezca en nada a lo que ya viví con mis antiguas compañeras. Éstas, al menos, parecen majas.

El piso está hecho una mierda. Necesita una buena mano de pintura y quince litros de amoniaco, que elimine la grasa de la cocina. Los muebles son viejos, las ventanas endebles y se pueden escuchar perfectamente, las conversaciones del salón con las puertas cerradas. Sí, este piso es una mierda, pero es lo más barato que he podido encontrar. Además, me pilla al lao de la facultad. Ya se sabe lo que se dice: en tiempos de crisis, hay que saber adaptarse a todo.

Bueno, no está tan mal. Tengo enfrente, a un grupo de estudiantes viviendo en un piso mucho más bonito y lujoso que este. La mayoría de los chicos son normaluchos tirando a feos, pero hay uno con un cuerpo, una sonrisa y unos ojazos, que ya quisiera yo pa mí... El resto de vecinos son ancianos y matrimonios con hijos, nada interesante.

Esta mañana, las chicas y yo hemos empezado la limpieza a fondo de nuestra nueva vivienda. Ha sido un frotar y tirar cajas de basura incesables. Había pilas de bolsas de basura y chismes apilados en todas las habitaciones. 

A media mañana, un querido vecino, al cual, tengo unas ganas inmensas de conocer para poder patearle el culo, ha tenido la gran idea de ver porno con el volúmen al máximo. Como si estar hasta las rodillas de mierda, con un pañuelo en la cara y unos guantes hasta los codos para no pillar vete a saber qué entre tanta porquería; hemos tenido que soportar los múltiples orgasmos de "La guarra de las galaxias" una y otra y otra vez, las cuatro veces seguidas que la ha puesto. Tiene suerte de que María haya tenido la genial idea de almorzar fuera, porque ¡iba a subir y a arrancarle las pelotas de cuajo a ese cabrón!

A las ocho de la tarde, ya siento que puedo deshacer del todo las maletas, sin el peligro de que una enorme, negra y peluda rata, salga de detrás de alguna de las viejas cajas de trastos, que había apilados en mi dormitorio. Sólo acababa de empezar, cuando el gilipollas del porno pone, a toda ostia, otra puta película guarra. "El quinto coño", manda huevos. Encima el tío es cutre hasta para elegir las películas. No podía soportarlo más, se iba a enterar.

Subí hecha una furia y golpeé repetidamente su puerta. Golpeé, golpeé y golpeé pero el muy hijo puta no la abrió. Grité que llamaría a la policía como no bajara el volúmen y entonces, la apagó. Me quedé sorprendida mirando la puerta y volví a llamar para poder partirle la cara al muy gilipollas. Pero nadie abría. Seguí golpeando y gritando, le amenacé con denunciarle y le solté todas las formas en las que iba a desollarle, rajarle, cortarle miembros, sacarle ojos, arrancarle las tripas, hervir sus órganos y mearme en todos las heridas antes de que muriera en la mayor de las torturas imaginables. Entonces, tras mi detallado y macabro monólogo, pude escuchar como el muy cerdo estaba tras la puerta, mirándome a través de la mirilla y pajeándose. Gemía, incluso, me llegó a pedir que lo insultada más tiempo porque estaba muy cachondo. Yo, repleta de ira, empecé a patadas contra la puerta y al muy asqueroso, le gustaba. A la quinta patada retomé el control y decidí volver a casa y llamar a la policía.  Comencé a bajar las escaleras cuando, en ese instante, a puerta se abrió. Me paré en seco y miré. Estaba entreabierta. Una mano delgada me hizo señas para que me acercase. Desconfié, pero por encima de todo quería darle una paliza. Me acerqué a la puerta con todo el aire del mundo metido en los pulmones, dispuesta a arrancarle la cabeza de un soplo y de repente... La vi. ¡¿A ella?! ¿¿Una mujer?? ¡¿Una sexy y excitante mujer?! ¡¡¡El asqueroso de mi vecino resultó ser la guarra de mi vecina!!! Me quedé sin aire, muda. Ella rió y dijo:

- Oh, vaya, verte así de indefensa también me excita.

9 de abril de 2010

1. Eclipse


El verdadero sabor del placer reside en la variedad. En envolver a la presa en misterio, en hacerla creer que nos ha capturado y en verla pavonearse de poder. Mostrarnos sumisos, sometidos. Entonces, con la mirada de un depretador, le inducimos temor, mucho temor, al hacerla saber que será ella la que, verdaderamente morirá, en tus manos.

Preciado deleite, es lamer los cremosos fluidos que emanen del cuerpo de un varón. Frotar mis labios contra el caliente y suave miembro, latente, eyaculando... Morder la punta a la vez que él retrocede y suelta un pequeño quejido. Placer también es saborear las curvas más suculentas de una mujer. Acariciar sus senos, observar cómo su piel se eriza con mi respiración a pocos centímetros. Susurrarle al oído tabúes prohibidos mientras mis dedos le acarician el clítoris y se clavan hasta el fondo de su vagina.

Placer, todo se mueve entorno al placer. La familia, los amigos, el trabajo, la vida... Por eso está prohibido enamorarse. Eso es peor que la muerte, que el desprecio hacia la propia vida. Me encuentro envuelta en una sociedad malcriada. Todos queremos lo que vemos y a nadie le gusta quién es en verdad. No hacemos más que aparentar y vivir de mentiras. De hipócritas mentiras que nos ensanchan la garganta al pronunciarlas, creando así, una bola de mediocridad asxifiante. Pero nosotros seguimos y seguimos ensanchando nuestras gargantas hasta que estas explotan y nuestra sangre salpica a todos esos idiotas que nos hacen creer que nos escuchan y que les importa lo que decimos, cuando en verdad, no buscan en nosotros más que su propio beneficio.

El ser humano es despreciable. Me repugna y vivir siendo una de ellos se convierte en una pesada cruz. Nada me hace sentir bien excepto saber que soy consciente de que todo es mentira. Por eso me disfrazo por las noches, para ser ella. Ella es superior a todos porque no le salpica el qué dirán ni se basa en unas normas absurdas para comportarse. Hace lo que quiere, pero es consciente del sufrimiento ajeno y, aunque le disguste, siente compasión. Por eso quizás, no es tan fría como le gustaría, pero eso no quita que siga siendo la más cruel de todas.

Por el día llevo impreso el nombre que mis padres me dieron. Llevo una vida normal, con amigos normales y con todas esas chorradas normales. Pero por la noche me convierto en ella y, como un ser venido de otra galaxia, exploro el entorno, camuflándome, mezclandome. Si me ves por la noche sé que te pararás para mirarme de nuevo. No te hagas el valiente conmigo, sólo yo salgo de caza. Tú, sigue buscando brotes tiernos de los que alimentarte, dulce conejito, quizás encuentre interesante lo que hay debajo de tu esponjoso envase... o quizás no.

La noche en Granada es envolvente. Seduce hasta el aire. Me siento como una auténtica vampiresa que se pasea, peligrosa, por las oscuras calles llenas de misterio y recobecos de historia. Sin duda, es la ciudad favorita de ella y también la mía.

Por cierto, aun no he dicho cómo se llama ella. Su nombre es... Eclipse.

19 de marzo de 2010

6. El cumpleaños (I)

¡Magnífico regalo de cumpleaños, Carlos! No me esperaba algo tan sencillo de ti, a la vez de placentero. En la fiesta sólo estábamos tú y yo. Preparaste la cena, encendiste unas velas aromáticas. Cuando llegué a casa me recibiste con el pico que sueles darme cada noche. Me felicitaste y me serviste una copa de vino. La ocasióin lo merecía.Un brindis por mi, que se convirtió en un brindis por los dos. Saboreé el vino. Tienes buen gusto, canalla.
A mi, en ese momento lo que más me apetecía era darme una ducha. Venía cansada de aguantar al baboso de mi jefe. Me sentía sucia, aunque fuera psicológico. 'Carlos, me voy a duchar un momentito. Ahora vuelvo'. Me dirigí al baño. Me desnudé y me metí en la ducha. Encendí el grifo, y empecé a notar el agua caliente en mi cuerpo. Quise que el agua mojara mi cara, y para eso dirigí mi mirada al chorro de agua. Cerré los ojos. El agua chocaba contra mi cara, luego descendía por mi cuello, para seguir el camino hacia mi pecho. Entonces seguía descendiendo por mi barriga, y a altura de la cintura, unas cuantas gotas de agua  me rodearon y bajaron por mi culo, acabaron resbalando por mis piernas hasta llegar al suelo. El vapor empezó a llenar todo el lavabo. Me gusta mucho ducharme con agua muy caliente. 

Cerré el grifo. En ese momento oí la puerta. Estabas desnudo. Entraste, cerraste la puerta detrás de ti y sin decir nada, te metiste conmigo en la ducha. Te colocaste detrás de mi, y me diste un beso en el cuello. Yo había cogido ya la esponja, la había mojado y le había puesto gel. Empecé a frotarme los brazo con la esponja, desde la muñeca, ascendía poco a poco, pasaba por el antebrazo, llegaba al codo, y subía por el brazo hasta mi hombro. Una vez allí, tú me quitaste la esponja, y me empezaste a frotar la espalda, suavemente, la recorrías entera, y también subías a mi nuca. Volviste a descender la esponja recorriendo toda mi columna vertebral.

De pronto soltaste la esponja, y te convertiste en ella. Te echaste un poco de gel en las manos. Posaste tus manos con las palmas abiertas en mi cintura, y me empezaste a rodear con tus brazos. Tus manos subieron hacia mis tetas, y las masajeabas firmemente. Luego una de tus manos subió entre mis pechos hacia el cuello, mientras la otra se separaba de mis pechos y bajó hacia mi vulva, la rozaste ligeramente. Luego tus manos continuaron su andadura por mis caderas, recorriendo todo mi culo, con unos movimientos circulares y recorriste mis piernas. Me giré hacia ti, y jugueteaste con los dedos de mis piés.

Entonces empezaste el camino inverso, por mis tobillos, mis gemelos, mis rodillas, mis muslos. Te incorporabas y jugaste con mi cintura. Luego ascendiste poco a poco hacia mis pechos. Recorrías su contorno, los pezones que, a pesar del agua caliente, estaban más duros que nunca. Continuaste hacia mis axilas y recorriste mis brazos hacia las manos. Con un beso en mis labios, me cediste el relevo.

Puse gel en mis manos, de la misma manera que tú hiciste antes. Lo repartí entre las dos manos.y empecé a masajearte el cuello, para luego dirigirme a tus hombros. Me acerqué a ti, y te froté la espalda, mientras tú me abrazabas a mi también. Mi pecho podía enjabonarte tu pecho, ya que estábamos pegados el uno al otro. Mis manos recorrieron toda tu espalda, y llegaron a tu culo, que exprimí contra mi. Luego me agaché poco a poco, y recorrí la parte de atrás de tus piernas, hasta llegar a los tobillos. Después por la parte anterior de ellas, y subí despacio, hasta llegar a tus testículos. Los empecé a acariciar. Tenías una buena erección, que me hizo que quisiera jugar con tu pene un rato. Me separé y te enjaboné el pecho, jugueteando con tu vello.

'Clara, estoy muy cachondo. Vamos a la cama'. Encendí el grifo de la ducha y nos empezamos a quitar el jabón. Ya tuvimos una experiencia no demasiado buena por lamernos el cuerpo lleno de jabón. Así que mientras nos aclarábamos, no paramos de besarnos los labios. Eran besos apasionados, salvajes, eróticos y mojados. Cuando nos quitamos todo el jabón, salimos de la ducha, y sin secarnos ni nada, fuimos directamente a la habitación para acabar lo que habíamos empezado.

15 de enero de 2010

5. La reflexión de Clarice

Hoy llevo el día muy empanada. Estoy... no sé cómo decirlo, aturdida sería la palabra. Empanada. Tengo la líbido por las nubes, y ahora entiendo quién me podría bajar este calor que tengo.

- Clara, espabila.-Es la voz de mi jefe. Este facha que vive en el siglo pasado. Barrigón, con bigote. Me da mucho asco, la verdad. ¿Este hombre  tendrá vida sexual? ¿Irá de putas? Sólo de pensar la escena, me dan arcadas.

Necesito el trabajo, si no me habría ido hace tiempo. Mientras hago mi trabajo, noto unos ojos clavados en mi escote. Otra vez el guarro de mi jefe, que me está mirando las tetas. ¡Qué asco! Seis horas, sólo me quedan hoy seis horas de este calvario, y me voy hasta mañana.

Yo sigo pensando en lo que pasó el otro día con Sergio. No me puedo creer que le haya  puesto los cuernos a Carlos. Y mucho menos con alguien al que acabo de conocer. Es muy contradictorio lo que me pasa en la cabeza ahora. Por una parte estoy arrepentida porque creo que Carlos no se merece esto. Es mucho el tiempo que llevamos juntos. Pero por otra parte, me excito cuando pienso en lo que pasó entre Sergio y yo. Quizás algún día le busque. ¿Cómo puedo pensar en repetir si me estoy arrepintiendo? Estoy hecha un lío.

Alguien me acaba de dar un manotazo en el culo. Me giro rápidamente y dispuesta a darle un tortazo a mi jefe. ¡Uf, Carlos! Casi te doy un bofetón. "¡Hola, Clara! Luego comemos juntos. Hasta las 6 no he quedado con ningún cliente. Te voy a llevar al Lloid. Cuando acabes te vengo a buscar."

Carlos se fue tal y como había vuelto. Esta mañana iba vestido de sport, con sus tejanos y sus jersey del lagartijo. Si es que hasta vestido de calle no puede evitar ser pijo. Mientras te ibas, pensaba "¿Carlos, sabes que te he puesto los cuernos? ¿Te habrás dado cuenta?" ¿Cómo puedo estar pensando en repetirlo, si Carlos me quiere? Creo que no lo haré más. Me arrepentiría toda mi vida. Si al menos Carlos fuera tan bueno en la cama... ¡Buf, estoy hecha un lío!.

Luego saldré un rato y para despejarme y salir de este ambiente. Desde la noche aquella no he vuelto a saber de Sonia. Supongo que se acabaría liando con el maromo aquél. Nunca hablamos de los detalles. Algún día la llamaré para quedar con ella. Pero eso será más adelante, no quiero que se me fastidie otra vez mi relación con Carlos. Siempre que quedo con ella se mosquea. Quedan dos horas y me voy a comer con mi novio. Espero que mi jefe me deje tranquila todo el día. Suele hacerlo cuando se pasa por aquí Carlos. Una hora y 59 minutos... Ya queda menos.

26 de diciembre de 2009

La aventura de Sonia


Ni siquiera recuerdo tu nombre. La verdad, no me importa. Me dijiste un alias. En el pub noté tu paquete cuando refregaba mi culo sobre él. Al principio no, pero mi movimiento hizo que se te empalmara, y acabaste cogiendo mis caderas para evitar que me escapara. Pero el control lo tenía yo. Hacía y deshacía a mi manera. Pero esto es algo que no te voy a explicar: conociste mi táctica porque tú fuiste la víctima.

Salimos del pub hacia mi casa. Por el camino, descubriste lo poco que me gusta que me magreen las tetas en la calle. Un gesto mío te hizo comprender esto enseguida. Preferiste parar y asegurar el polvo antes que arriesgar y tener que masturbarte solo en casa. Como pudiste comprobar de nuevo, el poder lo tenía yo. Durante el camino no hablaste, te mantuviste cauto. Finalmente llegamos a mi casa.

Nada más cruzar la puerta de casa, cerré rápidamente la puerta sobre ti. Te cogí de la muñeca y te llevé a mi habitación. Por un día quería un lugar más normal. Hacía tiempo que no usaba la cama para follar. Aunque habría algo que no sería precisamente clásico. Creo que no nos conformaríamos hoy con un misionero.

Te sentaste en el borde de la cama. Me puse encima de ti, a horcajadas. Mientras te mordisqueaba la barbilla, me agarré a tu camiseta, por la altura de la cintura y tiré hacia arriba, para sacarla lo antes posible. Tus manos ya habían empezado a magrearme las tetas, las soltaron para que yo pudiera sacar la camiseta. Tú también sacaste la mía. Tu lengua recorrió la distancia que había justo entre mis dos pechos y dibujó una línea que llegó a mis labios, pasando por mi tórax, mi cuello y mi barbilla. Durante tu juego con la lengua, tus manos desabrocharon mi sujetador, dejando libres mis tetas. Son firmes. No son muy grandes. Eso me acomplejó un tiempo en mi adolescencia, pero acabé descubriendo las ventajas de tener un pecho pequeño.

Me levanté. No podía perder el tiempo con tonterías. No quería seducirte. Bajé la cremallera de mis botas y me descalcé. Me quité la falda lo más rápido que pude. Como es elástica, no fue difícil. Mis manos bajaron contorneando mis muslos, ya que a la par que me quitaba la falda, mis medias las seguían.

Tú, viendo que la cosa no estaba para preliminares, te desnudaste también. Cuando te vi desnudo, te empujé hacia la cama. Caíste bocarriba. Me coloqué encima de un salto. Yo no estaba para tonterías. No quise perder el tiempo, eso lo dejamos para las parejas estables. Te agarré las muñecas y las aguanté contra el colchón, a la altura de tu cabeza, más o menos. Me recliné hacia adelante. Te lamí los labios, rápidame. No te dio tiempo a sacar tu lengua para rozarla con la mía. Mi lengua siguió subiendo hacia la punta de tu nariz, y la recorrí entera hasta el entrecejo. Te pellizcé ligeramente la frente con mis labios. Tú intentabas besar alguna parte de mi: mi barbilla, mi cuello, mi hombro...

Mis caderas se movían, mientras mi clítoris se frotaba contra tu verga. No es de las más impresionantes que me he encontrado, aunque espero que no me decepcione. Me excita mucho esta situación de poder que tengo hacia ti. Tú estás luchando por penetrarme, e incluso me dijiste "métela". Me divertía mucho este juego. Con el roce que había entre nuestros sexos, nos excitábamos los dos. Tú estabas muy quemado. Por un momento solté tus brazos, y entonces cogiste mis tetas y las estrujaste. Luego tus manos recorrieron mi cuerpo buscando la cintura, mis caderas y mi culo.  La humedad que salía de mi vagina hacía que cada vez resbalara más. Al volver a agarrarme de las caderas,  querías guiar mis movimientos en busca de la penetración. Tú querías acabar de follar, correrte por fin. En uno de estos movimientos, tu pene entró dentro de mi y sonreíste ligeramente. Dos sacudidas y lo saqué. Esto hizo que tu cara se descompusiera. Y perpetraste tu venganza.

Te cansaste de dejarte dominar por mi. No era tu estilo, por lo que parecía. Me levantaste y me apartaste de encima de ti. Antes de que yo reaccionara, me dejaste tumbada boca abajo. Me inmovilizaste poniendote encima de mi a horcajadas. Con una mano, apartaste mi pelo de la espalda y de mi cuello. Y me mordiste suavemente en la base del cráneo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Continuaste jugando conmigo y con mi cuerpo. Bajabas por mi cuello. Lo lamías. Lo besabas. Lo mordisqueabas. Continuaste recorriendo mi columna vertebral con una combinación de besos y lametones, hasta que llegaste a mi zona lumbar y allí me diste un mordisco que me volvió loca. Estabas detrás de mi. Pusiste tus rodillas entre mis piernas. Agarraste mis caderas y me levantaste. Me quedé de rodillas. Seguiste besando mi espalda, para llegar a mi culo. Lo oprimías con tus manos. Continuaste besando mi culo, y seguiste bajando hasta llegar a mi ano. Empezaste a lamerlo. Yo estaba muy excitada.Una de tus manos fue en busca de mi vagina, e introduciste dos dedos dentro de ella. Y lo hiciste de tal manera que te quedó un dedo libre, con el que empezaste a acariciar mi clítoris. Yo estaba muy cachonda. Introducías tus dedos, y los sacabas rítmicamente, y seguías acariciando con aquel dedo libre mi clítoris y mis labios menores.Llegó un momento en el que toda yo era una duda. No sabía de dónde recibía más placer: si de los lametazos que me dabas en el ano, si de tus caricias en mi vulva o del movimento de tus dedos dentro de mi. Aquello era caótico. Una explosión de placer, que me hizo gritar "¡Métela ya!". Seguiste un rato más, pero no mucho más. Tú ibas muy quemado también. Te incorporaste y te enfundaste un condón que saqué del cajón de la mesita de noche. No podía faltar el lubricante dilatador para untar el látex del condón. De esta tarea me encargué yo, y así de paso miré y disfruté de la erección de tu poya. Estaba muy dura y palpitante. No sé cómo se te pone normalmente cuando te empalmas, pero esta vez tenías las venas muy marcadas, tanto que hasta a mi me sorprendió (y me he comido unas cuantas vergas).

Me volví a poner a gatas, con las rodillas en el borde de la cama. Te colocaste detrás de mi. Hacía un rato que te habías ganado mi sumisión. Entonces, poco a poco, empezaste a introducir tu pene por mi ano. Noté toda la dureza y todo el grosor que iba penetrando dentro de mi. Grité. Me preguntaste que si estaba bien, quizás te sorprendió este grito. "Sí, estoy bien, no pares ahora" fueron mis palabras. Empezaste con la incursión de tu verga dentro de mi. Avanzabas y retrocedías. Entrabas y salías. Tus manos cogían mis caderas. La follada que me estabas haciendo me gustaba, porque iba muy caliente. Te reclinaste hacia mi, y una de tus manos, me rodeó para ir en busca de mi vulva. Me masturbabas mientras seguías dandome por culo, aunque esta vez tus movimientos eran más torpes que antes. Mis gemidos te volvían loca. Yo escuchaba tu respiración, cada vez más agitada. Tus gemidos también me volvían loca. Me volví loca. Jadeé, gemí, disfruté mucho. Me corrí. Tuve un orgasmo tan intenso como no lo había tenido en mucho tiempo. Al poco tiempo te dejaste llevar y te corriste tú.

Me dijiste que me querías o algo parecido y te respondí que no, que no era cierto. Esta es una estrategia que usan los tíos para asegurarse un polvo otro día. Pero guapo, los polvos hay que ganarlos día a día. Y yo follo seguro, aunque no sepa con quién.Quisiste pasar el resto de la noche conmigo, pero te eché. En unas horas tendría que estar despejada para una jodida jornada de trabajo.

Menudo polvo me echaste. Quizás algún día te busque para repetirlo.

6 de noviembre de 2009

4. Alex en casa repasa las fotos


Aquí te encuentro de nuevo, mirándome con esos ojos lascivos, en la pantalla del ordenador, mientras paso las fotos de aquella noche. Ya estás poniéndome muy caliente sólo por recordar cómo empezó aquello... En esta foto ya nos habíamos desnudado. Que bien que lo hiciste, pero ante de eso, no olvidare cómo íbamos enganchados, mientras me besabas y al mismo tiempo buscabas las llaves de tu apartamento... Antes de que terminaras de sacarlas del bolso, yo ya te había metido una mano por debajo de la falda, y levantado el muslo mientras mi lengua jugaba con la tuya, y te tenía contra la puerta de tu apartamento. Conseguiste separar tu boca de la mía para decir con tu voz sensual... "voy a abrir" y justo cuando te pusiste de espaldas a mí para abrir, aproveché para cazar tus preciosos pechos que llevaba un rato magreando en la discoteca. Mientras, no parabas de rozarme tu maravilloso culo contra mi paquete, que había dejado listo para la guerra en la anterior mamada en el taxi...

Te diste la vuelta y volviste a besarme, tu boca estaba caliente, casi ardía de pasión y deseo... me tiraste de la corbata y me llevaste hasta el dormitorio, donde ibas diciendo aquello de "ahora vuelvo", pero ya sabes que no te dejé que te fueras tan fácilmente. Te cogí por detrás y te mordí el cuello. "Tu no te vas a ningún sitio.." Y así te quité la camiseta y el sujetador, juntando tu espalda contra mi pecho. Tienes un cuello precioso, que bien que te lo retraté en esta otra foto. y cómo te cae el pelo por detrás de la oreja. Tu espalda firme y musculada, sin serlo demasiado, demuestra lo mucho que te cuidas, y me encanta ese tatuaje en el hombro y, por supuesto, los piercings en los pezones y en el ombligo (luego te descubriría otro más oculto...) Mis manos te acariciaban cada rincón de la piel, y seguía besandote en ese bendito cuello que me volvía loco.

Cuando te terminaste de quitar la parte de arriba, de repente tomaste el mando: Te pusiste encima de mí y con tu peso hiciste que me tumbara en la cama. "El que no se va a ningún sitio eres tú", dijiste todo lujuriosa. Y sacaste tu lengua y me lamiste la punta de la nariz. Mis manos seguían acariciándote aún más, me quitaste la corbata y la usaste como atadura para mis muñecas, atándolas así en el cabecero de la cama. Yo sabía que con un poco de fuerza la podría desatar, pero me gustaba este juego. Aprovechaste que estaba "indefenso" y te dedicaste a quitarme uno a uno los botones de mi camisa. La abriste del todo y, tras pasar tus manos y tus afiladas uñas por mi pecho, te agachaste para morderme uno de mis pezones, lo que hizo que tuviera que ahogar un grito. Pensé en ese momento que no eres de esas chicas a las que le guste hacer el amor de forma romántica, ni mucho menos...

Desde esa posición privilegiada pude contemplar la forma de tus pechos desde arriba, y seguiste bajando hasta dar con el pantalón, por el cual pasaste de largo porque primero te fuiste hacia mis botas y las quitaste. Fue entonces cuando llegaste al cinturón y a los botones de mi ya abultadísimo pantalón. Cuando quisiste quitarme los botones del pantalón con los dientes, descubriste mi calzón tipo boxer que tenía el botón central abierto en el centro, por lo que mi polla se pudo liberar con fuerza de su prisión, golpeándote en la barbilla. Me gusta recordar esa parte, me hizo escapar una risa, y mientras tú, también riendote, me dices: "Joder cabrón, casi me sacas un ojo. Que pedazo de pollón que tienes." Y te quedaste mirándolo como un niño que descubre un juguete nuevo. No estoy circuncidado, por lo que aunque estaba muy empalmado el glande estaba oculto por el prepucio. Con tu mano suave, lo asiste con una mano y lo bajaste, algo más bruscamente de lo que me hubiera gustado, dejándolo al descubierto. Entonces fue cuando pude alcanzar el máximo de erección, y notaste cómo al metértelo en la boca iba creciendo dentro de ti, hasta que casi no podías contenerla. Lo mejor de mi pene es su grosor en su estado más erecto, algo que siempre suelen agradecer (y tampoco anda nada mal de longitud). En esta foto puedo ver cómo desaparece dentro de tu boca en uno de los momentos en los que conseguiste meterte más cantidad...

Casi consigues que me corra, aunque mi leche estaba destinada a rellenar tus entrañas. Así que te la dirigiste a la entrada de tu húmeda cavidad para dejar caer todo el peso de tu cuerpo encima y notar tu culo en contacto con mis testículos. El ruido de aire que escuché escapando de tí me delató que nunca habías probado una tan gorda. Tu pequeño grito al sentirla dentro me dio pistas de ello. Poco a poco fuiste cogiendo un ritmo que empezó a ser salvaje en muy poco tiempo. Se notaba en la manera en la que mirabas que disfrutabas tomando el control. Las embestidas iban acompañadas del ritmo, casi musical, que se producía al golpear mis huevos con tu perineo.

En esta otra foto puedo verte sujetándose el pelo mientras estás encima de mí, con tus tetas en su máximo esplendor y con un gesto de verdadero placer. Esa postura me sirvió para poder acceder a ellas con mi lengua y, en cuanto tuve ocasión de desatarme, acariciarte el clítorix. Recuerdo cómo te hiciste hacia atrás y yo empecé a empujarte hacia arriba con cada embestida
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El ruido se hizo más fuerte y acompañado de tus gemidos. Empezabas a perder el control, te abrazaste a mi espalda y nos quedamos sentados y encajados. Seguías gimiendo como si estuvieras a punto de correrte, y de hecho cuando empecé a notar cómo me apretabas más la polla, me eché encima para ser yo el que te penetrara a mi gusto. En esta foto puedo verte desde mi punto de vista, agarrándote de los tobillos y penetrada hasta lo más dentro que tu cuerpo permitía. Tu miraba hacia arriba con cara de perdida me pone muchísimo, es sin duda la mejor foto de todas. De hecho, creo que estabas cerca de tener el primer orgasmo.

Me apretaste muy fuerte con tus músculos vaginales y la saqué un poco para que pudieras acceder a tu clítorix y frotarte mientras te corrías a gusto en medio de convulsiones orgásmicas. Como me imaginé cuando notaba la tremende humedad un poco antes, eyaculaste con un buen chorro. Tras tremendo espectáculo, te pusiste a chuparme un poco para poder seguir, "no te preocupes, soy multi" a lo que respondí "no te creas que pensaba otra cosa". y fue cuando te eché esta otra foto, de espaldas y agachada con tu culo en primer plano, y abriéndote los labios vaginales desde los cuales colgaba un pequeño hilo de flujo de la corrida anterior...

No me costó penetrarte esta vez, y en esa posición pude admirar esa espalda firme que tienes, tu tatuaje y tu hermoso cuello tapado por un poco de pelo. Me mojé el dedo y te empecé a acariciar la entrada del ano. Por los movimientos de contracción que hiciste sabía que hacía mucho que no eras virgen por esa entrada. "Pensé que te lo tenía que pedir yo" Dijiste... Pues no tuviste que decir más, saqué la polla de la vagina y te la metí por tu apretadito culo más bruscamente de lo que te esperabas, por lo que te corriste de nuevo, pero esta vez no esperé a que te recrearas y empecé a embestirte hasta notar cómo apretabas mis huevos en cada penetración, que cada vez eran más fáciles y fuertes. En esta foto mi polla está bastante dentro de tí.

Cuando ya estaba a punto de correrme, noté cómo tú también lo estabas, al aumentar el ritmo de tus caderas y empujándome hacia tí un poco más. Así noté como mi descarga empezaba ya a subir por la longitud de mi pene y en esas gloriosas últimas penetraciones te frotabas el clítorix con fuerza, anunciándome que te ibas a correr también. Y al fin, te inundé de semen por todo tu interior, en una corrida muy intensa que parecía que no acababa nunca. Tú también me diste un regalo en forma de flujo sobre mis rodillas. Cuando la saqué, el semen recorrió todo tu surco de tu precioso culo para gotear desde ese piercing de tu clítorix hasta mezclarse con la mancha de flujo. Esa estampa tuve la suerte de poder fotografiarla también, mientras me costaba poder sujetar la cámara para poder hacerla...

Muy buenas fotos, me han puesto muy cachondo al verlas... Eres una tía muy viciosa (en esta foto tienes cara de querer más) aunque no olvidaré la cara que me pusiste cuando te dije: "Preparate, porque esto acaba de empezar..."