6 de noviembre de 2009

4. Alex en casa repasa las fotos


Aquí te encuentro de nuevo, mirándome con esos ojos lascivos, en la pantalla del ordenador, mientras paso las fotos de aquella noche. Ya estás poniéndome muy caliente sólo por recordar cómo empezó aquello... En esta foto ya nos habíamos desnudado. Que bien que lo hiciste, pero ante de eso, no olvidare cómo íbamos enganchados, mientras me besabas y al mismo tiempo buscabas las llaves de tu apartamento... Antes de que terminaras de sacarlas del bolso, yo ya te había metido una mano por debajo de la falda, y levantado el muslo mientras mi lengua jugaba con la tuya, y te tenía contra la puerta de tu apartamento. Conseguiste separar tu boca de la mía para decir con tu voz sensual... "voy a abrir" y justo cuando te pusiste de espaldas a mí para abrir, aproveché para cazar tus preciosos pechos que llevaba un rato magreando en la discoteca. Mientras, no parabas de rozarme tu maravilloso culo contra mi paquete, que había dejado listo para la guerra en la anterior mamada en el taxi...

Te diste la vuelta y volviste a besarme, tu boca estaba caliente, casi ardía de pasión y deseo... me tiraste de la corbata y me llevaste hasta el dormitorio, donde ibas diciendo aquello de "ahora vuelvo", pero ya sabes que no te dejé que te fueras tan fácilmente. Te cogí por detrás y te mordí el cuello. "Tu no te vas a ningún sitio.." Y así te quité la camiseta y el sujetador, juntando tu espalda contra mi pecho. Tienes un cuello precioso, que bien que te lo retraté en esta otra foto. y cómo te cae el pelo por detrás de la oreja. Tu espalda firme y musculada, sin serlo demasiado, demuestra lo mucho que te cuidas, y me encanta ese tatuaje en el hombro y, por supuesto, los piercings en los pezones y en el ombligo (luego te descubriría otro más oculto...) Mis manos te acariciaban cada rincón de la piel, y seguía besandote en ese bendito cuello que me volvía loco.

Cuando te terminaste de quitar la parte de arriba, de repente tomaste el mando: Te pusiste encima de mí y con tu peso hiciste que me tumbara en la cama. "El que no se va a ningún sitio eres tú", dijiste todo lujuriosa. Y sacaste tu lengua y me lamiste la punta de la nariz. Mis manos seguían acariciándote aún más, me quitaste la corbata y la usaste como atadura para mis muñecas, atándolas así en el cabecero de la cama. Yo sabía que con un poco de fuerza la podría desatar, pero me gustaba este juego. Aprovechaste que estaba "indefenso" y te dedicaste a quitarme uno a uno los botones de mi camisa. La abriste del todo y, tras pasar tus manos y tus afiladas uñas por mi pecho, te agachaste para morderme uno de mis pezones, lo que hizo que tuviera que ahogar un grito. Pensé en ese momento que no eres de esas chicas a las que le guste hacer el amor de forma romántica, ni mucho menos...

Desde esa posición privilegiada pude contemplar la forma de tus pechos desde arriba, y seguiste bajando hasta dar con el pantalón, por el cual pasaste de largo porque primero te fuiste hacia mis botas y las quitaste. Fue entonces cuando llegaste al cinturón y a los botones de mi ya abultadísimo pantalón. Cuando quisiste quitarme los botones del pantalón con los dientes, descubriste mi calzón tipo boxer que tenía el botón central abierto en el centro, por lo que mi polla se pudo liberar con fuerza de su prisión, golpeándote en la barbilla. Me gusta recordar esa parte, me hizo escapar una risa, y mientras tú, también riendote, me dices: "Joder cabrón, casi me sacas un ojo. Que pedazo de pollón que tienes." Y te quedaste mirándolo como un niño que descubre un juguete nuevo. No estoy circuncidado, por lo que aunque estaba muy empalmado el glande estaba oculto por el prepucio. Con tu mano suave, lo asiste con una mano y lo bajaste, algo más bruscamente de lo que me hubiera gustado, dejándolo al descubierto. Entonces fue cuando pude alcanzar el máximo de erección, y notaste cómo al metértelo en la boca iba creciendo dentro de ti, hasta que casi no podías contenerla. Lo mejor de mi pene es su grosor en su estado más erecto, algo que siempre suelen agradecer (y tampoco anda nada mal de longitud). En esta foto puedo ver cómo desaparece dentro de tu boca en uno de los momentos en los que conseguiste meterte más cantidad...

Casi consigues que me corra, aunque mi leche estaba destinada a rellenar tus entrañas. Así que te la dirigiste a la entrada de tu húmeda cavidad para dejar caer todo el peso de tu cuerpo encima y notar tu culo en contacto con mis testículos. El ruido de aire que escuché escapando de tí me delató que nunca habías probado una tan gorda. Tu pequeño grito al sentirla dentro me dio pistas de ello. Poco a poco fuiste cogiendo un ritmo que empezó a ser salvaje en muy poco tiempo. Se notaba en la manera en la que mirabas que disfrutabas tomando el control. Las embestidas iban acompañadas del ritmo, casi musical, que se producía al golpear mis huevos con tu perineo.

En esta otra foto puedo verte sujetándose el pelo mientras estás encima de mí, con tus tetas en su máximo esplendor y con un gesto de verdadero placer. Esa postura me sirvió para poder acceder a ellas con mi lengua y, en cuanto tuve ocasión de desatarme, acariciarte el clítorix. Recuerdo cómo te hiciste hacia atrás y yo empecé a empujarte hacia arriba con cada embestida
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El ruido se hizo más fuerte y acompañado de tus gemidos. Empezabas a perder el control, te abrazaste a mi espalda y nos quedamos sentados y encajados. Seguías gimiendo como si estuvieras a punto de correrte, y de hecho cuando empecé a notar cómo me apretabas más la polla, me eché encima para ser yo el que te penetrara a mi gusto. En esta foto puedo verte desde mi punto de vista, agarrándote de los tobillos y penetrada hasta lo más dentro que tu cuerpo permitía. Tu miraba hacia arriba con cara de perdida me pone muchísimo, es sin duda la mejor foto de todas. De hecho, creo que estabas cerca de tener el primer orgasmo.

Me apretaste muy fuerte con tus músculos vaginales y la saqué un poco para que pudieras acceder a tu clítorix y frotarte mientras te corrías a gusto en medio de convulsiones orgásmicas. Como me imaginé cuando notaba la tremende humedad un poco antes, eyaculaste con un buen chorro. Tras tremendo espectáculo, te pusiste a chuparme un poco para poder seguir, "no te preocupes, soy multi" a lo que respondí "no te creas que pensaba otra cosa". y fue cuando te eché esta otra foto, de espaldas y agachada con tu culo en primer plano, y abriéndote los labios vaginales desde los cuales colgaba un pequeño hilo de flujo de la corrida anterior...

No me costó penetrarte esta vez, y en esa posición pude admirar esa espalda firme que tienes, tu tatuaje y tu hermoso cuello tapado por un poco de pelo. Me mojé el dedo y te empecé a acariciar la entrada del ano. Por los movimientos de contracción que hiciste sabía que hacía mucho que no eras virgen por esa entrada. "Pensé que te lo tenía que pedir yo" Dijiste... Pues no tuviste que decir más, saqué la polla de la vagina y te la metí por tu apretadito culo más bruscamente de lo que te esperabas, por lo que te corriste de nuevo, pero esta vez no esperé a que te recrearas y empecé a embestirte hasta notar cómo apretabas mis huevos en cada penetración, que cada vez eran más fáciles y fuertes. En esta foto mi polla está bastante dentro de tí.

Cuando ya estaba a punto de correrme, noté cómo tú también lo estabas, al aumentar el ritmo de tus caderas y empujándome hacia tí un poco más. Así noté como mi descarga empezaba ya a subir por la longitud de mi pene y en esas gloriosas últimas penetraciones te frotabas el clítorix con fuerza, anunciándome que te ibas a correr también. Y al fin, te inundé de semen por todo tu interior, en una corrida muy intensa que parecía que no acababa nunca. Tú también me diste un regalo en forma de flujo sobre mis rodillas. Cuando la saqué, el semen recorrió todo tu surco de tu precioso culo para gotear desde ese piercing de tu clítorix hasta mezclarse con la mancha de flujo. Esa estampa tuve la suerte de poder fotografiarla también, mientras me costaba poder sujetar la cámara para poder hacerla...

Muy buenas fotos, me han puesto muy cachondo al verlas... Eres una tía muy viciosa (en esta foto tienes cara de querer más) aunque no olvidaré la cara que me pusiste cuando te dije: "Preparate, porque esto acaba de empezar..."

1 de noviembre de 2009

4. Clarice en casa de Sergio

  Todavía recuerdo lo que pasó ayer. En el pasillo, me empujaste contra la pared, me cogiste de las muñecas, me abriste los brazos en forma cruz, sujetándolos contra la pared, y me besaste. Tus manos me soltaron las muñecas y me cogiste los pechos, me los apretaste, los sopesaste. Tus manos se posaron en mis nalgas, y me levantaste. Te rodeé con mis brazos, y con mis piernas. Noté tu sexo firme en mi sexo Y me llevaste a tu cama. Me tumbaste en ella.Te tumbaste encima de mi, y me besaste. Te levantaste. Alcé mis piernas, y tú bajaste las cremalleras de mis botas poco a poco y me las sacaste. Primero una, y después la otra. Las lanzaste lejos de nosotros.Supongo que no querías tropezar con ellas en ningún momento.

Me quitaste los calcetines. Después me acariciaste con la punta de tus dedos la parte anterior de uno de mis piés. Ascendías suavemente, despacio, hasta los tobillos. Luego seguiste subiendo por mis gemelos. Noté tus dedos suaves cómo recorrían mi pierna, hasta llegar a la parte trasera de mis rodillas. Después abriste tus manos y me pusiste las manos en los muslos, por la parte de atrás, cerca de las rodillas. Seguiste acariciando mis muslos, por la parte interna. No pude evitar separar más las piernas. Abrirlas. Al llegar a la altura de mi sexo, lo esquivaste. Tus manos decidieron rodear la parte inferior de mis glúteos, luego llegaste a mis caderas. Y entoces tus dedos jugaron con la goma de mi tanga y se enredaron en ella. Descendiste tus manos por toda la longitud de mis piernas, y mi tanga acompañaba a tus dedos. Y finalmente el tanga se liberó de mi cuerpo.



Empezaste a besar mis muslos, por la parte interna, a la altura de las rodillas, y luego fuiste haciendo un juego de lametones, caricias y besos durante todo el recorrido de mis muslos. Al final llegaste a mi sexo. Yo estaba realmente muy excitada. Noté tu cálida lengua en la entrada de mi vagina. La acariciabas suavemente. Introdujiste un poco la punta de la lengua en ella.Y me estremecí. Después tu lengua comenzó a ascender por mi sexo y rodeaste el clítoris. Mi respiración cada vez era más agitada. Ligeramente rozaste con tu lengua mi clítoris, y pegué un respingo. Te levantaste, y entonces pusiste las manos en los laterales de mi camiseta, y procediste a subirla poco a poco. Cada trozo de piel que veías, lo besabas. Me hacía gracia cómo de vez en cuando me pinchabas con tu barba, ya crecida de todo el día. Y acabaste sacandome la camiseta.

Y allí estaba yo, tumbada en tu cama, con mi sujetador y mi falda. Tú estabas vestido y de rodillas frente a mi. Así que me incorporé en la cama y decidí quitarte la camiseta. Te la quité lo más rápidamente posible, y la lancé al suelo. Después te desabroché el cinturón, y luego te desabroché todos los botones de tus tejanos de un tirón. Te empujé y te quedaste tumbado boca arriba en la cama. En ese instante me puse encima de ti. Me agaché hacia ti y te besé. Me encanta cómo besas. Mientras nos besábamos, tú me estabas acariciando la espalda con las dos manos. Recorriendo cada trozo de mi piel con la punta de tus dedos. En ese momento el tiempo se paró. Sentía la dulzura de tus besos, la suavidad de tus caricias en mi espalda, y tu abultado sexo muy cerca del mío, emanando calor. Estaba hipnotizada con tus caricias, eres un encantador de serpientes. Hasta que no me lo enseñaste no me di cuenta de que me habías quitado el sujetador.

Me levanté y te quité los zapatos. Luego los calcetines, y finalmente los pantalones. Tus slips marcaban tu abultado sexo. Y te los quité. Ahora podía ver el espectáculo que era mirar tu sexo. Tu pene erecto, tu glande rodado, las venas que recorrían tu pene. Y en la base, tus testículos marcaban su territorio. Me quité la falda. Me coloqué encima de ti. Tus manos se posaron en mis caderas. Empecé a moverme encima de ti. Tu sexo rozaba mi húmeda vagina, y luchaba por entrar. Pero a mi me encantaba el juego entre tu pene y mi clítoris. ¡Qué placer me diste! Al final tu pene encontró el camino para adentrarse en mi. Y me apretaste más tus manos sobre mis caderas, porque no querías volver a salir. Tus manos acompañaban mi movimiento, e incluso cambiabas el ritmo, a ratos más rápido, a ratos mas lento. Cómo me gustaba ver tu cara de excitación. Recuerdo que cuando llevaba un rato encima de ti, me apartaste de encima de ti y te pusiste tú sobre mi. Y continuaste haciéndome el amor. Tu pene me embestía una y otra vez. Notaba cada vez que lo introducías, cada vez que lo sacabas. Mientras, te acompañaba con el movimiento de caderas. Cada vez más rápido. Mi respiración cada vez más agitada. De repente mi cuerpo empezó a convulsionar, a contraerse. Empecé a gemir. Supiste lo que me pasaba. Yo seguí con las convulsiones, que se expandían por mis piernas, hasta llegar a las puntas de mis pies. Y empecé a gritar, a dar gritos de placer. Mientras tanto, tú seguías con tus embestidas, te introducías dentro de mi y salías. Rítmicamente. Aceleradamente. Creo que te excitó todavía más el hecho de que me vieras cómo me corría. No paraste de sonreír un momento. Entonces empezaste a respirar más fuerte. Se te desfiguró la cara. Te mordiste los labios. Echaste la cabeza hacia atrás, mientras notaba cómo te corrías. Acabaste de correrte. Te levantaste de encima de mío y noté cómo una gota de semen salió de mi vagina y bajaba por mi perineo.

Me habría gustado follar otra vez contigo, prolongar la fiesta. Pero tenía que irme a casa. Si hubiera estado enamorada de ti, me habría quedado a dormir contigo. Finalmente me vestí y salí de tu casa. Me pediste que me quedara. Me encantó esta noche contigo, Sergio.

- Clara, ¡levantate ya, que son las once! Que hemos quedado a la una para comer con mis hermanos.

¡Vaya! Era la voz de Carlos. Miro a mi alrededor y vuelvo a ver mi habitación, mi casa, mi entorno. Por un momento me alegré de que Carlos no estuviera dispuesto a darme ese polvo mañanero de los domingos. Si no, habría descubierto seguramente, alguna prueba de anoche.

Con  una sonrisa me voy a la ducha... Hoy no se ha dado cuenta de mi infidelidad. ¿Y qué si lo hubiera hecho?