26 de diciembre de 2009

La aventura de Sonia


Ni siquiera recuerdo tu nombre. La verdad, no me importa. Me dijiste un alias. En el pub noté tu paquete cuando refregaba mi culo sobre él. Al principio no, pero mi movimiento hizo que se te empalmara, y acabaste cogiendo mis caderas para evitar que me escapara. Pero el control lo tenía yo. Hacía y deshacía a mi manera. Pero esto es algo que no te voy a explicar: conociste mi táctica porque tú fuiste la víctima.

Salimos del pub hacia mi casa. Por el camino, descubriste lo poco que me gusta que me magreen las tetas en la calle. Un gesto mío te hizo comprender esto enseguida. Preferiste parar y asegurar el polvo antes que arriesgar y tener que masturbarte solo en casa. Como pudiste comprobar de nuevo, el poder lo tenía yo. Durante el camino no hablaste, te mantuviste cauto. Finalmente llegamos a mi casa.

Nada más cruzar la puerta de casa, cerré rápidamente la puerta sobre ti. Te cogí de la muñeca y te llevé a mi habitación. Por un día quería un lugar más normal. Hacía tiempo que no usaba la cama para follar. Aunque habría algo que no sería precisamente clásico. Creo que no nos conformaríamos hoy con un misionero.

Te sentaste en el borde de la cama. Me puse encima de ti, a horcajadas. Mientras te mordisqueaba la barbilla, me agarré a tu camiseta, por la altura de la cintura y tiré hacia arriba, para sacarla lo antes posible. Tus manos ya habían empezado a magrearme las tetas, las soltaron para que yo pudiera sacar la camiseta. Tú también sacaste la mía. Tu lengua recorrió la distancia que había justo entre mis dos pechos y dibujó una línea que llegó a mis labios, pasando por mi tórax, mi cuello y mi barbilla. Durante tu juego con la lengua, tus manos desabrocharon mi sujetador, dejando libres mis tetas. Son firmes. No son muy grandes. Eso me acomplejó un tiempo en mi adolescencia, pero acabé descubriendo las ventajas de tener un pecho pequeño.

Me levanté. No podía perder el tiempo con tonterías. No quería seducirte. Bajé la cremallera de mis botas y me descalcé. Me quité la falda lo más rápido que pude. Como es elástica, no fue difícil. Mis manos bajaron contorneando mis muslos, ya que a la par que me quitaba la falda, mis medias las seguían.

Tú, viendo que la cosa no estaba para preliminares, te desnudaste también. Cuando te vi desnudo, te empujé hacia la cama. Caíste bocarriba. Me coloqué encima de un salto. Yo no estaba para tonterías. No quise perder el tiempo, eso lo dejamos para las parejas estables. Te agarré las muñecas y las aguanté contra el colchón, a la altura de tu cabeza, más o menos. Me recliné hacia adelante. Te lamí los labios, rápidame. No te dio tiempo a sacar tu lengua para rozarla con la mía. Mi lengua siguió subiendo hacia la punta de tu nariz, y la recorrí entera hasta el entrecejo. Te pellizcé ligeramente la frente con mis labios. Tú intentabas besar alguna parte de mi: mi barbilla, mi cuello, mi hombro...

Mis caderas se movían, mientras mi clítoris se frotaba contra tu verga. No es de las más impresionantes que me he encontrado, aunque espero que no me decepcione. Me excita mucho esta situación de poder que tengo hacia ti. Tú estás luchando por penetrarme, e incluso me dijiste "métela". Me divertía mucho este juego. Con el roce que había entre nuestros sexos, nos excitábamos los dos. Tú estabas muy quemado. Por un momento solté tus brazos, y entonces cogiste mis tetas y las estrujaste. Luego tus manos recorrieron mi cuerpo buscando la cintura, mis caderas y mi culo.  La humedad que salía de mi vagina hacía que cada vez resbalara más. Al volver a agarrarme de las caderas,  querías guiar mis movimientos en busca de la penetración. Tú querías acabar de follar, correrte por fin. En uno de estos movimientos, tu pene entró dentro de mi y sonreíste ligeramente. Dos sacudidas y lo saqué. Esto hizo que tu cara se descompusiera. Y perpetraste tu venganza.

Te cansaste de dejarte dominar por mi. No era tu estilo, por lo que parecía. Me levantaste y me apartaste de encima de ti. Antes de que yo reaccionara, me dejaste tumbada boca abajo. Me inmovilizaste poniendote encima de mi a horcajadas. Con una mano, apartaste mi pelo de la espalda y de mi cuello. Y me mordiste suavemente en la base del cráneo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Continuaste jugando conmigo y con mi cuerpo. Bajabas por mi cuello. Lo lamías. Lo besabas. Lo mordisqueabas. Continuaste recorriendo mi columna vertebral con una combinación de besos y lametones, hasta que llegaste a mi zona lumbar y allí me diste un mordisco que me volvió loca. Estabas detrás de mi. Pusiste tus rodillas entre mis piernas. Agarraste mis caderas y me levantaste. Me quedé de rodillas. Seguiste besando mi espalda, para llegar a mi culo. Lo oprimías con tus manos. Continuaste besando mi culo, y seguiste bajando hasta llegar a mi ano. Empezaste a lamerlo. Yo estaba muy excitada.Una de tus manos fue en busca de mi vagina, e introduciste dos dedos dentro de ella. Y lo hiciste de tal manera que te quedó un dedo libre, con el que empezaste a acariciar mi clítoris. Yo estaba muy cachonda. Introducías tus dedos, y los sacabas rítmicamente, y seguías acariciando con aquel dedo libre mi clítoris y mis labios menores.Llegó un momento en el que toda yo era una duda. No sabía de dónde recibía más placer: si de los lametazos que me dabas en el ano, si de tus caricias en mi vulva o del movimento de tus dedos dentro de mi. Aquello era caótico. Una explosión de placer, que me hizo gritar "¡Métela ya!". Seguiste un rato más, pero no mucho más. Tú ibas muy quemado también. Te incorporaste y te enfundaste un condón que saqué del cajón de la mesita de noche. No podía faltar el lubricante dilatador para untar el látex del condón. De esta tarea me encargué yo, y así de paso miré y disfruté de la erección de tu poya. Estaba muy dura y palpitante. No sé cómo se te pone normalmente cuando te empalmas, pero esta vez tenías las venas muy marcadas, tanto que hasta a mi me sorprendió (y me he comido unas cuantas vergas).

Me volví a poner a gatas, con las rodillas en el borde de la cama. Te colocaste detrás de mi. Hacía un rato que te habías ganado mi sumisión. Entonces, poco a poco, empezaste a introducir tu pene por mi ano. Noté toda la dureza y todo el grosor que iba penetrando dentro de mi. Grité. Me preguntaste que si estaba bien, quizás te sorprendió este grito. "Sí, estoy bien, no pares ahora" fueron mis palabras. Empezaste con la incursión de tu verga dentro de mi. Avanzabas y retrocedías. Entrabas y salías. Tus manos cogían mis caderas. La follada que me estabas haciendo me gustaba, porque iba muy caliente. Te reclinaste hacia mi, y una de tus manos, me rodeó para ir en busca de mi vulva. Me masturbabas mientras seguías dandome por culo, aunque esta vez tus movimientos eran más torpes que antes. Mis gemidos te volvían loca. Yo escuchaba tu respiración, cada vez más agitada. Tus gemidos también me volvían loca. Me volví loca. Jadeé, gemí, disfruté mucho. Me corrí. Tuve un orgasmo tan intenso como no lo había tenido en mucho tiempo. Al poco tiempo te dejaste llevar y te corriste tú.

Me dijiste que me querías o algo parecido y te respondí que no, que no era cierto. Esta es una estrategia que usan los tíos para asegurarse un polvo otro día. Pero guapo, los polvos hay que ganarlos día a día. Y yo follo seguro, aunque no sepa con quién.Quisiste pasar el resto de la noche conmigo, pero te eché. En unas horas tendría que estar despejada para una jodida jornada de trabajo.

Menudo polvo me echaste. Quizás algún día te busque para repetirlo.

6 de noviembre de 2009

4. Alex en casa repasa las fotos


Aquí te encuentro de nuevo, mirándome con esos ojos lascivos, en la pantalla del ordenador, mientras paso las fotos de aquella noche. Ya estás poniéndome muy caliente sólo por recordar cómo empezó aquello... En esta foto ya nos habíamos desnudado. Que bien que lo hiciste, pero ante de eso, no olvidare cómo íbamos enganchados, mientras me besabas y al mismo tiempo buscabas las llaves de tu apartamento... Antes de que terminaras de sacarlas del bolso, yo ya te había metido una mano por debajo de la falda, y levantado el muslo mientras mi lengua jugaba con la tuya, y te tenía contra la puerta de tu apartamento. Conseguiste separar tu boca de la mía para decir con tu voz sensual... "voy a abrir" y justo cuando te pusiste de espaldas a mí para abrir, aproveché para cazar tus preciosos pechos que llevaba un rato magreando en la discoteca. Mientras, no parabas de rozarme tu maravilloso culo contra mi paquete, que había dejado listo para la guerra en la anterior mamada en el taxi...

Te diste la vuelta y volviste a besarme, tu boca estaba caliente, casi ardía de pasión y deseo... me tiraste de la corbata y me llevaste hasta el dormitorio, donde ibas diciendo aquello de "ahora vuelvo", pero ya sabes que no te dejé que te fueras tan fácilmente. Te cogí por detrás y te mordí el cuello. "Tu no te vas a ningún sitio.." Y así te quité la camiseta y el sujetador, juntando tu espalda contra mi pecho. Tienes un cuello precioso, que bien que te lo retraté en esta otra foto. y cómo te cae el pelo por detrás de la oreja. Tu espalda firme y musculada, sin serlo demasiado, demuestra lo mucho que te cuidas, y me encanta ese tatuaje en el hombro y, por supuesto, los piercings en los pezones y en el ombligo (luego te descubriría otro más oculto...) Mis manos te acariciaban cada rincón de la piel, y seguía besandote en ese bendito cuello que me volvía loco.

Cuando te terminaste de quitar la parte de arriba, de repente tomaste el mando: Te pusiste encima de mí y con tu peso hiciste que me tumbara en la cama. "El que no se va a ningún sitio eres tú", dijiste todo lujuriosa. Y sacaste tu lengua y me lamiste la punta de la nariz. Mis manos seguían acariciándote aún más, me quitaste la corbata y la usaste como atadura para mis muñecas, atándolas así en el cabecero de la cama. Yo sabía que con un poco de fuerza la podría desatar, pero me gustaba este juego. Aprovechaste que estaba "indefenso" y te dedicaste a quitarme uno a uno los botones de mi camisa. La abriste del todo y, tras pasar tus manos y tus afiladas uñas por mi pecho, te agachaste para morderme uno de mis pezones, lo que hizo que tuviera que ahogar un grito. Pensé en ese momento que no eres de esas chicas a las que le guste hacer el amor de forma romántica, ni mucho menos...

Desde esa posición privilegiada pude contemplar la forma de tus pechos desde arriba, y seguiste bajando hasta dar con el pantalón, por el cual pasaste de largo porque primero te fuiste hacia mis botas y las quitaste. Fue entonces cuando llegaste al cinturón y a los botones de mi ya abultadísimo pantalón. Cuando quisiste quitarme los botones del pantalón con los dientes, descubriste mi calzón tipo boxer que tenía el botón central abierto en el centro, por lo que mi polla se pudo liberar con fuerza de su prisión, golpeándote en la barbilla. Me gusta recordar esa parte, me hizo escapar una risa, y mientras tú, también riendote, me dices: "Joder cabrón, casi me sacas un ojo. Que pedazo de pollón que tienes." Y te quedaste mirándolo como un niño que descubre un juguete nuevo. No estoy circuncidado, por lo que aunque estaba muy empalmado el glande estaba oculto por el prepucio. Con tu mano suave, lo asiste con una mano y lo bajaste, algo más bruscamente de lo que me hubiera gustado, dejándolo al descubierto. Entonces fue cuando pude alcanzar el máximo de erección, y notaste cómo al metértelo en la boca iba creciendo dentro de ti, hasta que casi no podías contenerla. Lo mejor de mi pene es su grosor en su estado más erecto, algo que siempre suelen agradecer (y tampoco anda nada mal de longitud). En esta foto puedo ver cómo desaparece dentro de tu boca en uno de los momentos en los que conseguiste meterte más cantidad...

Casi consigues que me corra, aunque mi leche estaba destinada a rellenar tus entrañas. Así que te la dirigiste a la entrada de tu húmeda cavidad para dejar caer todo el peso de tu cuerpo encima y notar tu culo en contacto con mis testículos. El ruido de aire que escuché escapando de tí me delató que nunca habías probado una tan gorda. Tu pequeño grito al sentirla dentro me dio pistas de ello. Poco a poco fuiste cogiendo un ritmo que empezó a ser salvaje en muy poco tiempo. Se notaba en la manera en la que mirabas que disfrutabas tomando el control. Las embestidas iban acompañadas del ritmo, casi musical, que se producía al golpear mis huevos con tu perineo.

En esta otra foto puedo verte sujetándose el pelo mientras estás encima de mí, con tus tetas en su máximo esplendor y con un gesto de verdadero placer. Esa postura me sirvió para poder acceder a ellas con mi lengua y, en cuanto tuve ocasión de desatarme, acariciarte el clítorix. Recuerdo cómo te hiciste hacia atrás y yo empecé a empujarte hacia arriba con cada embestida
.
El ruido se hizo más fuerte y acompañado de tus gemidos. Empezabas a perder el control, te abrazaste a mi espalda y nos quedamos sentados y encajados. Seguías gimiendo como si estuvieras a punto de correrte, y de hecho cuando empecé a notar cómo me apretabas más la polla, me eché encima para ser yo el que te penetrara a mi gusto. En esta foto puedo verte desde mi punto de vista, agarrándote de los tobillos y penetrada hasta lo más dentro que tu cuerpo permitía. Tu miraba hacia arriba con cara de perdida me pone muchísimo, es sin duda la mejor foto de todas. De hecho, creo que estabas cerca de tener el primer orgasmo.

Me apretaste muy fuerte con tus músculos vaginales y la saqué un poco para que pudieras acceder a tu clítorix y frotarte mientras te corrías a gusto en medio de convulsiones orgásmicas. Como me imaginé cuando notaba la tremende humedad un poco antes, eyaculaste con un buen chorro. Tras tremendo espectáculo, te pusiste a chuparme un poco para poder seguir, "no te preocupes, soy multi" a lo que respondí "no te creas que pensaba otra cosa". y fue cuando te eché esta otra foto, de espaldas y agachada con tu culo en primer plano, y abriéndote los labios vaginales desde los cuales colgaba un pequeño hilo de flujo de la corrida anterior...

No me costó penetrarte esta vez, y en esa posición pude admirar esa espalda firme que tienes, tu tatuaje y tu hermoso cuello tapado por un poco de pelo. Me mojé el dedo y te empecé a acariciar la entrada del ano. Por los movimientos de contracción que hiciste sabía que hacía mucho que no eras virgen por esa entrada. "Pensé que te lo tenía que pedir yo" Dijiste... Pues no tuviste que decir más, saqué la polla de la vagina y te la metí por tu apretadito culo más bruscamente de lo que te esperabas, por lo que te corriste de nuevo, pero esta vez no esperé a que te recrearas y empecé a embestirte hasta notar cómo apretabas mis huevos en cada penetración, que cada vez eran más fáciles y fuertes. En esta foto mi polla está bastante dentro de tí.

Cuando ya estaba a punto de correrme, noté cómo tú también lo estabas, al aumentar el ritmo de tus caderas y empujándome hacia tí un poco más. Así noté como mi descarga empezaba ya a subir por la longitud de mi pene y en esas gloriosas últimas penetraciones te frotabas el clítorix con fuerza, anunciándome que te ibas a correr también. Y al fin, te inundé de semen por todo tu interior, en una corrida muy intensa que parecía que no acababa nunca. Tú también me diste un regalo en forma de flujo sobre mis rodillas. Cuando la saqué, el semen recorrió todo tu surco de tu precioso culo para gotear desde ese piercing de tu clítorix hasta mezclarse con la mancha de flujo. Esa estampa tuve la suerte de poder fotografiarla también, mientras me costaba poder sujetar la cámara para poder hacerla...

Muy buenas fotos, me han puesto muy cachondo al verlas... Eres una tía muy viciosa (en esta foto tienes cara de querer más) aunque no olvidaré la cara que me pusiste cuando te dije: "Preparate, porque esto acaba de empezar..."

1 de noviembre de 2009

4. Clarice en casa de Sergio

  Todavía recuerdo lo que pasó ayer. En el pasillo, me empujaste contra la pared, me cogiste de las muñecas, me abriste los brazos en forma cruz, sujetándolos contra la pared, y me besaste. Tus manos me soltaron las muñecas y me cogiste los pechos, me los apretaste, los sopesaste. Tus manos se posaron en mis nalgas, y me levantaste. Te rodeé con mis brazos, y con mis piernas. Noté tu sexo firme en mi sexo Y me llevaste a tu cama. Me tumbaste en ella.Te tumbaste encima de mi, y me besaste. Te levantaste. Alcé mis piernas, y tú bajaste las cremalleras de mis botas poco a poco y me las sacaste. Primero una, y después la otra. Las lanzaste lejos de nosotros.Supongo que no querías tropezar con ellas en ningún momento.

Me quitaste los calcetines. Después me acariciaste con la punta de tus dedos la parte anterior de uno de mis piés. Ascendías suavemente, despacio, hasta los tobillos. Luego seguiste subiendo por mis gemelos. Noté tus dedos suaves cómo recorrían mi pierna, hasta llegar a la parte trasera de mis rodillas. Después abriste tus manos y me pusiste las manos en los muslos, por la parte de atrás, cerca de las rodillas. Seguiste acariciando mis muslos, por la parte interna. No pude evitar separar más las piernas. Abrirlas. Al llegar a la altura de mi sexo, lo esquivaste. Tus manos decidieron rodear la parte inferior de mis glúteos, luego llegaste a mis caderas. Y entoces tus dedos jugaron con la goma de mi tanga y se enredaron en ella. Descendiste tus manos por toda la longitud de mis piernas, y mi tanga acompañaba a tus dedos. Y finalmente el tanga se liberó de mi cuerpo.



Empezaste a besar mis muslos, por la parte interna, a la altura de las rodillas, y luego fuiste haciendo un juego de lametones, caricias y besos durante todo el recorrido de mis muslos. Al final llegaste a mi sexo. Yo estaba realmente muy excitada. Noté tu cálida lengua en la entrada de mi vagina. La acariciabas suavemente. Introdujiste un poco la punta de la lengua en ella.Y me estremecí. Después tu lengua comenzó a ascender por mi sexo y rodeaste el clítoris. Mi respiración cada vez era más agitada. Ligeramente rozaste con tu lengua mi clítoris, y pegué un respingo. Te levantaste, y entonces pusiste las manos en los laterales de mi camiseta, y procediste a subirla poco a poco. Cada trozo de piel que veías, lo besabas. Me hacía gracia cómo de vez en cuando me pinchabas con tu barba, ya crecida de todo el día. Y acabaste sacandome la camiseta.

Y allí estaba yo, tumbada en tu cama, con mi sujetador y mi falda. Tú estabas vestido y de rodillas frente a mi. Así que me incorporé en la cama y decidí quitarte la camiseta. Te la quité lo más rápidamente posible, y la lancé al suelo. Después te desabroché el cinturón, y luego te desabroché todos los botones de tus tejanos de un tirón. Te empujé y te quedaste tumbado boca arriba en la cama. En ese instante me puse encima de ti. Me agaché hacia ti y te besé. Me encanta cómo besas. Mientras nos besábamos, tú me estabas acariciando la espalda con las dos manos. Recorriendo cada trozo de mi piel con la punta de tus dedos. En ese momento el tiempo se paró. Sentía la dulzura de tus besos, la suavidad de tus caricias en mi espalda, y tu abultado sexo muy cerca del mío, emanando calor. Estaba hipnotizada con tus caricias, eres un encantador de serpientes. Hasta que no me lo enseñaste no me di cuenta de que me habías quitado el sujetador.

Me levanté y te quité los zapatos. Luego los calcetines, y finalmente los pantalones. Tus slips marcaban tu abultado sexo. Y te los quité. Ahora podía ver el espectáculo que era mirar tu sexo. Tu pene erecto, tu glande rodado, las venas que recorrían tu pene. Y en la base, tus testículos marcaban su territorio. Me quité la falda. Me coloqué encima de ti. Tus manos se posaron en mis caderas. Empecé a moverme encima de ti. Tu sexo rozaba mi húmeda vagina, y luchaba por entrar. Pero a mi me encantaba el juego entre tu pene y mi clítoris. ¡Qué placer me diste! Al final tu pene encontró el camino para adentrarse en mi. Y me apretaste más tus manos sobre mis caderas, porque no querías volver a salir. Tus manos acompañaban mi movimiento, e incluso cambiabas el ritmo, a ratos más rápido, a ratos mas lento. Cómo me gustaba ver tu cara de excitación. Recuerdo que cuando llevaba un rato encima de ti, me apartaste de encima de ti y te pusiste tú sobre mi. Y continuaste haciéndome el amor. Tu pene me embestía una y otra vez. Notaba cada vez que lo introducías, cada vez que lo sacabas. Mientras, te acompañaba con el movimiento de caderas. Cada vez más rápido. Mi respiración cada vez más agitada. De repente mi cuerpo empezó a convulsionar, a contraerse. Empecé a gemir. Supiste lo que me pasaba. Yo seguí con las convulsiones, que se expandían por mis piernas, hasta llegar a las puntas de mis pies. Y empecé a gritar, a dar gritos de placer. Mientras tanto, tú seguías con tus embestidas, te introducías dentro de mi y salías. Rítmicamente. Aceleradamente. Creo que te excitó todavía más el hecho de que me vieras cómo me corría. No paraste de sonreír un momento. Entonces empezaste a respirar más fuerte. Se te desfiguró la cara. Te mordiste los labios. Echaste la cabeza hacia atrás, mientras notaba cómo te corrías. Acabaste de correrte. Te levantaste de encima de mío y noté cómo una gota de semen salió de mi vagina y bajaba por mi perineo.

Me habría gustado follar otra vez contigo, prolongar la fiesta. Pero tenía que irme a casa. Si hubiera estado enamorada de ti, me habría quedado a dormir contigo. Finalmente me vestí y salí de tu casa. Me pediste que me quedara. Me encantó esta noche contigo, Sergio.

- Clara, ¡levantate ya, que son las once! Que hemos quedado a la una para comer con mis hermanos.

¡Vaya! Era la voz de Carlos. Miro a mi alrededor y vuelvo a ver mi habitación, mi casa, mi entorno. Por un momento me alegré de que Carlos no estuviera dispuesto a darme ese polvo mañanero de los domingos. Si no, habría descubierto seguramente, alguna prueba de anoche.

Con  una sonrisa me voy a la ducha... Hoy no se ha dado cuenta de mi infidelidad. ¿Y qué si lo hubiera hecho?


20 de octubre de 2009

3. Alex en casa de Héctor

...Y al fin llego al portal de la casa de Héctor.

-Ábreme la puerta tío, que soy yo.

-Joder, qué horas de venir.

Al subir, descubro el pedazo de casa que tiene el amigo. Es todo un piso de solteros donde más de un vez me he llevado a las tías que me ligo que no quiero que sepan que soy fotógrafo, es decir, las pijas que quieren ser modelos que luego no hay quien se las quite de encima. La puerta la ha dejado entreabierta para que entre, siempre hace lo mismo, un día le van a dar un susto con sus gilipolleces...

-Tio que tarde, ¿no íbamos a tomarnos una cerveza por ahí?

-Ya, pero entre que me he levantado tarde de la casa de la tía aquella, y lo que me ha pasado en el metro...

-¿Qué te ha pasado?

Se lo cuento. Mientras lo voy haciendo, veo que está encendido el chat detrás de él, con una charla a medias. Veo que ha vuelto a robarme el nick para ligar por ahí, ¡será cabrón!

-¡Qué fuerte lo tuyo macho!. ¿Cómo no te diste cuenta de que era una puta? Sería alguna a la que habrían llamado para algún trabajito.

-Yo qué se, tío, está muy buena y yo medio dormido...la cosa es que me la ha chupado de escándalo.

-Bueno, y anoche acabaste acostándote con la chavala aquella? vaya un golfo estás hecho...

-Sí, sí, ¿recuerdas cómo se acercaba? Me invitó a una copa y a unas pastis, y me dijo de bailar. Menudo movimientos que hacía. Una aunténtica guarra, macho. Eso sí, luego nos tuvimos que ir en taxi porque no podía con mi cuerpo.

-¿Pero cómo fue desde el principio, que yo me entere?

-Pues nada, ¿Recuerdas el pub del Andrés? Le dije que me pasaría con alguna amiga para poder darle un poco de vidilla, porque por lo visto la peña no le está entrando. Total, que la única que me dijo que podía ir era Elena, pero la muy zorra me dejó plantado, sí ,sí, me llamó poco antes de que llegaras tú.

-Si, recuerdo que me lo comentaste. No iba tan ciego, tío.

-Vale, pues entonces lo demás lo viste tú.

-No te creas, yo me fui mucho antes, salí al váter y al volver ya te estabas liando con ella.

-Yo recuerdo que estaba con el móvil, se me acerco por detrás de mí y me susurró "déjalo, si ella no viene ella se lo pierde", y, tras esto, me tocó el culo. Las tías de ahora van a saco.

-Joder. ¿Y luego?

-Pues na, lo típico. Me invitó a la copa, luego salimos a bailar un poco y ya sólo recuerdo cómo su lengua estaba en mi garganta.

-Y os fuisteis al taxi...

-La tía estaba tan cachonda que, después de decirle al taxista la calle, me sacó la polla y se puso a chupármela. Anda que no la comía bien la cabrona. Y el taxista que no perdía ojo. Luego fuimos a su casa, nos íbamos liando de camino... Al final, la levanté en peso mientras me morreaba en cuanto abrió la puerta, la eché en el sofá y le levanté las piernas para poder apartarle el tanga y verle el coño. Con piercings en el clítorix, como a mí me gustan. Oye, ¿puedes traerme algo de beber?

Mientras se va a por algo, me fijo en la pantalla de chat. La tía con la que chatea (una tal Sonia) le dice que el fin de semana se viene para Madrid. Me da tiempo a mirar que es de Barcelona, me apunto su dirección de correo y la guardo antes de que aparezca. Así aprenderás, por cabrón (siempre le tiene que dar mi nick del chat de citas a cualquiera).

Cuando vuelve, lo veo que se estaba empalmando y todo de mi relato.

-Tío, sigue contando, pero no te ahorres nada.

-No sé por qué sigues siempre encerrado delante del ordenador, pajeándote con el porno en vez de venirte conmigo de fiesta.

-Tío, siempre con lo mismo. Ya salí ayer contigo, y me la volviste a hacer, te vas con una tía y me dejas tirado.

-Es verdad, pero anoche no me di cuenta. Te lo compensaré. ¿Cómo se llama la tía esa que tienes chateando, "Hunter"?

-Joder tío, me has pillado. No, no te diré quién es. No quiero que me la pises. Un fin de semana salí por Barcelona y me la crucé. Ya te contaré otro día.

-¿Pero hubo tema? Y el fin de semana que dices... ¿no fue el de hace dos semanas, que tenías el móvil apagado? Seguro que te la tiraste, si te conoceré yo...

-Bueno, ahora te cuento yo. Pero tú termina tu historia...

Cuando terminaba de contarle la historia de la zorra de anoche, me quedé mirando la foto que se había puesto la tal "Sonia" de perfil en el chat... Está buenísima.

16 de octubre de 2009

3. Clarice sale del pub con Sergio.



La conversación contigo, Sergio, fue muy entretenida. Trabajas y vives cerca de aquí. Tu voz es cálida, varonil. Tu ritmo de voz no es ni muy rápido ni muy lento. Tu voz me está hipnotizando. Tu aroma me está embriagando. Y esa mirada... ¡dios, qué mirada! Sólo puedo pensar: por favor, no me mires así,. No me hables así. No me acaricies el brazo de esta manera tan delicada. Me estás demostrando que tú no eres como Carlos. No me sonrías así. Tampoco te me acerques tanto. Que tu aroma me sigue embriagando. Que tu sonrisa me vuelve loca. Que tus labios son muy suaves. Que tu lengua busca suavemente la mía. Que tú  me sabes muy bien. Que tú me estás transformando en  una persona llena de paz. llena de paz y llena de fuego. Porque no puedo dejar de besarte. Porque no puedo dejar de acariciarte el hombro, de bajar con mis dedos a tu brazo, a recorrer el antebrazo hasta llegar a tu mano. Y tampoco puedo evitar dejar de besarte un rato los labios para recorrer con mis labios tus mejillas. Bajar al cuello y mordisquearlo, besarlo, lamerlo.

Me estás volviendo loca, Sergio. Tu mano está en mi rodilla, acaricia mi pierna, asciende por la parte externa de mis muslos. Los aprisionas con tus manos. Me sigues besando. Tu mano sigue recorriendo mi muslo y llega a las caderas. Tu otra mano está acariciando mi nuca, mientras tú me sigues besando. No paras de besarme, y eso me gusta mucho. Esa mano que estaba cerca de mis caderas, desciende otra vez hacia mis rodillas, la bordea, y esta vez vuelve a ascender por la parte interna de mis muslo. ¡Qué manos más suaves tienes! ¿Qué has hecho para derrumbar mi muralla? ¿Qué me ha pasado para abrir el portón antes de que rompieras del todo mi muralla? El caso es que tu mano ha llegado a mi sexo. Y yo me he estremecido. Seguramente tú habrás notado la humedad. Ahora mi mirada se torna en una mirada de deseo, de pasión, libidinosa... Dejas 20 € encima de la mesa y me guías hacia la puerta del pub. Coges mi mano. Sin decirme nada me guías hacia tu casa. Vives muy cerca de aquí.Y yo no puedo oponerme: Es más: no quiero oponerme.

No pienso si esto que está a punto de suceder está bien o mal. Ahora mismo soy un animal. Sólo me guío por mis instintos. A menudo son los instintos los que nos hacen sobrevivir, los que nos hacen tomar las decisiones más atrevidas, quizás las que hacen que nuestra especie sobreviva.

Hemos llegado a tu casa. Cierras la puerta detrás de mi. Creo que me va a gustar lo que me vas a hacer.  Ahora voy a disfrutar contigo, y la próxima vez que te vea, recordaré todo lo que en breves pasará en tu casa. No se me olvidará lo que haremos. Eso seguro. Así que cuando te vea, en mi mirada podrás notar mis sensaciones, el deseo de volverte a ver, las ganas de volver a hacerte el amor, y seguro que te darás cuenta de más cosas de las que me gustaría mostrarte.

Ahora déjame gozar de este momento.


1 de octubre de 2009

2. Alex y su viaje animado de metro

Después de llamar a Héctor me dirijo a la parada de metro de Herrera Oria (sí que vive lejos la tía que conocí anoche), para ir haciendo los trasbordos pertinentes. Es un gran colega mío que vive nada menos que en plena calle Velázquez, en la zona pija de Madrid. Es lo que tiene ser un enchufado de tu padre el concejal... Ya le contaré la movida de anoche, lo del bar y cómo fue ella la que se acercó a invitarme una copa. Buff, qué dolor de cabeza, eso me pasa por volver a mezclar. Y las pirulas que me pasó la tía esta no tienen pinta de que fueran muy buenas. Pero qué buena que estaba. Entro en el metro y me siento al lado de la puerta.


Estaba repasando las fotos, tranquilamente, cuando vi a una chica tremenda montarse en la parada de Plaza de Castilla, justo por mi puerta. Es de esas tías que vienen de empalmar, nada más que de ver cómo se rasca la nariz... Trae unas mayas muy ajustadas que dejan marcadas unas nalgas perfectas, redondas y respingonas, casi esféricas. Una camiseta muy escotada, que dejan ver un canalillo de dos pechos perfectos, tienen toda la pinta de esculpidos a base de cirugía, pero que mas dará eso. Ella se queda de pie, junto a mí, y echa una mirada hacia abajo y me ve, mirando mis fotos del polvo de ayer. Entonces adivino una sonrisa pícara, como diciendo "ayer hiciste cosas malas"... En la siguiente parada entra una vieja y le cedo me asiento, así podré ponerme de pie junto a la piba, que ahora hace como que no estoy. Ella se mira en el espejo que sacó de su bolso y a través de él me ve cómo le estoy mirando. Cierra el espejo, y se queda mirandome, directamente. De repente, llegamos a la siguiente parada, y entra un montón de gente. Me pego a ella. Ahora nos hemos quedado rozándonos como sin querer..

Mi mano ha desdendido y se ha posado en su muslo. Qué prietos que están, esta tía se tiene que machacar en el gimnasio a base de bien. En la curva de Colombia, nos juntamos más, y noto cómo su mano tropieza con mi abultado paquete, ya despierto y dispuesto a más marcha. Ella empieza a masajear mis testículos, entre el gentío. Yo hago lo propio con sus nalgas duras. Qué tía más viciosa. Durante la siguiente parada, cuando entró más gente, nos fuimos arrinconando a la esquina del vagón. Ella se quedó de espaldas a mí, y se dejó caer, rozándome su culo con mi paquete. A esta le gusta que los demás del vagón se nos queden mirando. En la siguiente parada, ella se dirigió hacia la puerta y se bajó. Yo, por supuesto, fui detrás de ella...


En el pasillo largo, sólo se oían sus pasos, marcados por sus tacones, y los míos, con mis botines. Cuando llevábamos un rato andando, se dio la vuelta y me gritó: "¿Dónde se supone que vas, capullo?" Le respondo "Voy donde me sale de los huevos. Y tú, ¿a qué se supone que jugabas en el metro?" A lo que se quedó callada, mirando hacia abajo. Lo siguiente que recuerdo es nuestras bocas juntas, luchando las lenguas dentro. Mis manos recorrían su cuerpo, y ella me cogió del colgante y me dirigió al hueco que queda en una parada en obras. Cómo se nota que esta tía se ha llevado a más de uno a este sitio, porque se conocía el camino a la perfección, me conduce hacia adentro andando hacia atrás, sin parar de besarme. Su mano izquierda se dirigió a mi culo, y lo apretó con fuerza, mientras me mordió la oreja y me lanzó su aliento a la vez. Mmmm, eso me hizo echar mi cabeza hacia atrás y ella aprovechó para besar mi cuello. Esta tía sí que sabe como poner cachondo a un tío.

Sin casi ni darme cuenta, ya tenía mi pene en su boca, dándole repasos con una lengua que nunca terminaba. Desde arriba tenía una inmejorable vista de sus preciosas tetas, además de poder admirar su mirada de viciosa, mientras se golpeaba el glande varias veces en la lengua, con un sonoro chapoteo que hizo darse una voltereta mis testículos. Todo un espectáculo para mi vista y mi oído, además de hacerme gozar como pocas lo habían hecho con cada succión. Le agarré del pelo y le acompañé el movimiento con mi cadera, hasta casi penetrarla por la boca...

Y me vine en ella, dándole una abundante carga de mi esencia densa y blanca. Ella no dejó de chupar en ningún momento, incluso se relamía de gusto...

Y de repente, suelta "Si quieres un polvo son 60, la mamada te la regalo."

Ya tengo otra cosa más que contarle a Héctor. Joder, si hubiera tenido 60 euros... Desde luego mereció la pena el rodeo...

2. Clarice en el pub

Me encanta este sitio. El ambiente que hay, la música, los camareros,... y especialmente, me gusta porque estoy con mi amiga Sonia. Ella me entiende mejor que nadie. Está totalmente en contra de Carlos desde el principio. Pero nunca se opuso a que estuviera con él. Porque sabe cómo soy. Lo obstinada que soy. Y cómo voy en contra del mundo cuando éste va en mi contra.

Guiño un ojo al camarero, y entonces se me acerca y me trae una cerveza en una copa, como a mi me gusta. No le había pedido nada, pero me conoce, y ya sabe cuáles son mis gustos. El guiño sirvió para decirle, traemelo ahora, Joan. Me encanta cómo le queda esa camiseta negra y ajustada que tiene por uniforme. El primer trago de cerveza es el mejor, el que más disfruto. El resto de la cerveza está bien si la compañía es buena. La compañía... y la música. Empieza a sonar esta canción Summercat, y nos levantamos y empezamos a bailar.



Esta canción me ha dado muchas alegrías este verano. Por eso nos hemos levantado como locas. ¡Qué risas! Es lo que más me gusta hacer. Bailar como una loca, sin que nadie me tenga que parar los pies. Siento que estoy en mi salsa. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto. Salto, giro sobre mí misma, sin parar de sonreír. "¡Ops! Perdona, que te he pisado". Vaya tío. ¡Qué bueno que está! Menos mal que no se lo ha tomado mal. Le he pisado.Casi me caigo, y me ha cogido entre sus brazos para evitarlo. Sonríe y me dice: "no hay problema".

A partir del incidente hemos tenido una conversación muy amena. Se llama Sergio. Tiene 34 años. Vive cerca de aquí. Me invita a tomar algo mientras hablamos. Sigo con las cervezas.Ya le había visto otro día en este pub, pero nunca me había parado a hablar con él.

Mientras me entretengo con Sergio, observo a Sonia. Prepara sus armas. Está bailando. Contornea sus caderas. Su minifalda es ajustada de licra, le marca sus caderas. Sabe lo que quiere. Sabe a quién quiere. La conozco desde hace muchos años. Ha mirado a un chico, le ha elegido. Mueve sus caderas sensualmente, mientras se acerca hacia él, despacio, pero sin dejar de seguir el ritmo de la música. Cada vez está más cerca de él. Cada vez es más obvio que habrá un roce entre su culo y el sexo del chico. Unos centímetros más y ella será la leona que habrá cazado a su presa. Efectivamente, es así. Desde aquí puedo apreciar cómo su culo roza el paquete del chico. Cómo se frota en él.

A continuación él pone sus manos en las caderas de Sonia. Acaricia su contorno, sube hacia su cintura, y le besa el cuello. Después la gira hacia él, para depués besarla en los labios. Ella sonríe. Por un momento me mira, y ve que yo la miro a ella. Se separa del chico, que se queda atónito, pero no se mueve del lugar. Sonia se acerca a mi. Me pregunta si estoy bien. Sí, estoy bien, le digo. Me comenta entonces que se va a casa, que no se encuentra bien. Se me acerca al oído y me susurra "ya he cazado, ya te contaré". Nos damos dos besos y vuelve hacia su presa. Le besa y ambos desaparecen. Lo que él no sabe es que Sonia se lo lleva a su guarida, y que allí le devorará. Ha usado su ataque sutil pero fulminante. Esa táctica nunca le falla.

 Me quedo sola con Sergio. Me tomo otra cerveza.  Es un chico muy simpático. No puedo darme cuenta de lo bueno que está, porque me estoy acordando del cabreo que me llevó a venir aquí: Carlos. La conversación me liará hacia algo que ya contaré el próximo día.

2 de septiembre de 2009

1. Clarice




Estoy hasta los huevos de Carlos. El muy cabrón me ha dicho que me deje de tonterías y que no quede esta noche con Sonia. No la traga. Me dice "Clarice, ¿dónde vas con esa golfa?". ¿Pues qué se ha creído el gilipollas? Y siguió diciendo "no vayas con esa falda que pareces una puta". Sólo me faltaba eso por oír. Me he calzado las botas y me he largado de casa dando un portazo. He bajado las escaleras lo más rápido que he podido, mientras escuchaba a Carlos vociferar. No he querido escucharle. Y he continuado mi carrera hacia el coche.

He puesto la música con mucho volumen y me he ido a buscar a Sonia a su casa. Hoy no tengo el día. Casi me estampo contra el coche que conducía un viejo. Con suerte el día no acabará de la misma manera que ha transcurrido.

Desde hace unos días me siento atrapada. Atada. Hay algo dentro de mi que quiere huír, escapar. Algo debe cambiar, no quiero que sigan diciendome cómo tengo que hacer las cosas. ¡Maldito sea este cabrón! Cuando empecé a salir con él, tenía 22 años. Hoy, 3 años después las cosas ya no son lo que eran. Tenía la puta venda del amor que me impedia realmente ver las cosas como son. Él me decía que me pusiera faldas largas en vez de las minifaldas que siempre me he puesto y yo lo hacía, porque me había convencido de que era lo mejor, que así yo estaría protegida de los depredadores, que no quería que fuera la presa de nadie más. No quería que viera a mis amigos, ¡la de amigos que he perdido! Y después del trabajo, eran pocas las veces que me podía quedar con los compañeros a tomar unas cañas sin que hubiera discusiones después.

Hay algo dentro de mi que quiere escapar de esta prisión. ¡Mierda! Menudo frenazo me ha hecho dar ese puto crío. ¿A quién se le ocurre cruzar sin mirar y por cualquier lado? "¡Niño, joder, a ver si tienes más cuidado!". ¡Qué susto me ha dado el jodido niño!

Acabo de llegar a la calle donde vive Sonia. Aparco y me está esperando en su portería. Nos sonreímos, nos damos dos besos y nos dirigimos un par de calles más abajo de su casa, vamos al bareto al que siempre habíamos ido.

A ver qué nos depara la noche...

1. Álex




Madrid es la ciudad perfecta para gente como yo. Alguien dispuesto a comerse el mundo, a llegar hasta donde quiera, a conocer a quien quiera. Mi vida de soltero me da la libertad que un depredador necesita. Poder salir en busca de la presa perfecta, seducirla. No hay nada más fácil ni nada más excitante que conocer mujeres dispuestas a pasar un buen rato. Aun así, mucho más excitante que eso es dejarte cazar por una mujer. Cuando te mira, rozando su dedo por el vaso y mirándote fijamente, sabes que la presa eres tú. A la mayoría le gusta que le fotografíe, sobre todo después de una noche de desenfreno, caricias y sexo, mucho sexo. Soy bueno en esto, y la fotografía es mucho más que mi pasión, es mi profesión.

A las mujeres me gusta sacarlas después de uno o varios orgasmos (casi siempre me gusta repetir, si la mujer lo merece). Es cuando se capta su verdadera belleza. Me mira con ese aire de "estoy en la gloria", en ese momento la mujer se ve poderosa: se da cuenta de su verdadero potencial. He dedicado mi vida por completo a venerar y disfrutar del género femenino, fui muy promiscuo en esto del sexo, tuve unas primas muy viciosas que me empezaron a iniciar desde muy joven. Yo era su primito que jugaba a los médicos, y ya se sabe lo que pasa... Esto lo contaré en otra ocasión.

Ahora, nunca olvidaré la primera vez que hice el amor de verdad, no hablo de follar sino hacer el amor. Ella era mi primera novia seria, me regaló mi primera cámara, y la estrené con ella, vaya que si la estrené. El de la tienda de fotografía se tuvo que poner las botas cuando reveló aquel carrete. Ella era virgen, se estrenó conmigo en esa sesión. Estaba muy nerviosa, su piel olía a deseo, y sus labios ardían por buscar los míos, pero al principio ella dudaba un poco. Le dolió notar mi miembro dentro de ella, quizás era mucho para la primera vez, por eso le dolió. Pero mis labios y me lengua la prepararon para que no se echara atrás. Esa noche consiguió llegar al orgasmo, y yo unas fotos increíbles y una de las noches más excitantes de mi vida. Al fin y al cabo, nunca se olvidan las primeras veces.

Por eso aprendí a revelar yo mismo mis propias fotos. Siempre ha ido de la mano el sexo con la fotografía en mi vida. Al fin y al cabo, hacer una buena foto es como hacer el amor. Debes seducir a la modelo, mirar su figura, saber captar su mirada, que te penetra y te viola. Te seduce, tienes que acariciarla con el flash, hacerla sentir guapa. Segura de si misma. Cuando una mujer se siente así, es capaz de cualquier cosa. Hasta de cazarte. ¿O es una caza mutua?

Soy Alex. Vivo en madrid, el escenario perfecto para ser un depredador. O una presa...